Cronificar como sucedáneo de curar

 

Posted: 28 Oct 2012 – Luis Miguel Benito de Benito

 

En la última Jornada Nacional sobre Estrategias de Salud del Sistema Nacional de Salud (SNS) se ha comentado que «más del 45,6% de la población española mayor de 16 años padece, al menos, un proceso crónico». Esperemos que ese impreciso «más» no eleve el ya abultado porcentaje por encima del 50% porque resulta terrorífico pensar que alrededor de la mitad de la población española está crónicamente enfermo. Otros datos aportados en esas jornadas sobre la cronicidad son que «hasta el 22% de la población padece dos o más procesos crónicos», o que «las enfermedades crónicas son la causa del 80% de las consultas de Atención Primaria«.

Tras estos porcentajes hay que hacer una lectura en clave económica -hoy todo está transido por la economía- y preguntarse de quién es el triunfo de cronificar enfermedades en vez de curarlas. Cronificar es convertir un proceso en crónico, duradero en el tiempo. Antaño las enfermedades se resolvían «por crisis o por lisis» es decir, tras una fase aguda, el organismo sobrevivía o fenecía. La medicina ha presentado como avances médicos el «incremento de supervivencia» que eleva la esperanza de vida como uno de los indicadores de desarrollo de un país. Casi como enfrentándose a los postulados de Darwin, luchando contra el fatalismo, la ciencia médica ha ido logrando que las naturalezas menos favorecidas y débiles consigan sobrevivir y reproducirse. Hoy, por ejemplo, los medios de comunicación resaltaban dos noticias en este sentido. Por un lado, en encarecimiento de la insulina para los diabéticos que, fruto del incremento de aportación por parte del usuario, duplica su precio. Se estima que alrededor de un 6,4% de los ciudadanos padece diabetes en nuestro país. Si el precio de la insulina se sitúa en márgenes prohibitivos, los pacientes diabéticos incumplirán su control y precisarán de mayor asistencia hospitalaria que es de hecho más cara. Los diabéticos no quieren tener descontrol de su diabetes ni padecer los efectos de un mal control. Si el SNS hasta ahora no hubiese propiciado este control, muchos hijos de diabéticos -como yo- probablemente no hubiesen nacido. Y ¿pasaría algo? Pues desde el punto de vista de la humanidad como raza (o mejor, como especie para no sugerir connotaciones ideológicas) el que yo u otros hijos de diabéticos no existiésemos no supondría un descalabro porque habitantes no faltan en el mundo (de momento) y probablemente los postulados de Darwin se cumplirían seleccionando individuos más resistentes, mejor adaptados. Pero como yo estoy muy satisfecho con mi existencia, no puedo por menos que congratularme con que un día el SNS procurase las atenciones que le dispensó a mi padre.

La otra noticia en este sentido ha sido en relación con el tratamiento de la hepatitis crónica por el virus de la hepatitis C (VHC). Se estima que en España hay alrededor de 700.000 paciente con hepatitis crónica por VHC. El VHC tiende a mantener un estado de inflamación persistente en alrededor del 80% de los pacientes a los que infecta. El sistema inmunológico de estos pacientes no logra eliminar la infección por completo y se produce un estado de inflamación crónica, larvada y mantenida que hace del hígado un campo de batalla sobre el que de manera iterativa se vierten productos flogísticos (interleuquinas variadas) que poco a poco provocan cirrosis hepática o degeneran en la producción de un cáncer de hígado. Hasta ahora el tratamiento médico de estos pacientes se hacía con dos fármacos, ribavirina e interferón, ya de suyo costosos y no exentos de efectos secundarios. Recientemente se ha aprobado la triple terapia, es decir, la inclusión de un tercer fármaco añadido a los dos previos, dado que los resultados de las investigaciones preliminares destacan su mayor eficacia. O sea que las autoridades sanitarias se han «rendido» a los datos de las investigaciones, reconociendo que la triple terapia es mejor que la doble, pero a la hora de aprobar los tratamientos a los pacientes concretos se han dado cuenta de que no tienen dinero para costearlos. En algunas regiones ya se estaban denunciando por parte de los médicos presiones de la gerencia para limitar el acceso a los tratamientos con dos fármacos, y los de la triple terapia se otorgan con cuentagotas y no sin insistir muchas veces para que se dispense el fármaco. Se trata de medicamentos que de ordinario no se despachan en farmacias de la calle sino a través de las farmacias hospitalarias. Y hablamos de tratamientos cuyo coste medio por paciente superaba con la doble terapia los 10.000 euros y que se va hasta los 24.000 euros con la triple. Si se multiplican estas cifras por el número de afectados se entiende que, como se decía en otra entrada de este blog, no hay chocolate para todos.

Pensemos en una enfermedad de elevada prevalencia como la hipertensión arterial (puede llegar al 40% de los adultos en países desarrollados). Pensemos que alguien encuentra un fármaco o remedio que, tomado durante una semana cura radicalmente la hipertensión, de modo análogo a como curamos una neumonía con dos semanas de antibióticos. Esto sería una ruina para la industria farmacéutica a la que todo hipertenso paga peaje mensual. Uno puede tener la convicción de que en el fondo hay problemas médicos que no se curan y que sólo puede aspirarse a convivir con ellos en el tiempo, de manera crónica. Y de esta forma, salvamos la intención de la industria farmacéutica que en el fondo «sólo busca el bien del paciente». Pues no. El principal interés de cualquier industria es fidelizar clientes y la industria farmacéutica gana dinero a fuer de los pacientes crónicos. Cronificar en vez de curar es la clave. Cuando se descubre un nuevo tratamiento hay que buscar la manera de que sea un añadido, algo que se demuestre (vamos, que haya estudios que demuestren…) que golpear con tres fármacos es mejor que con dos. Y si se descubre un cuarto fármaco que no se puede añadir a la triple pero que es más eficaz que los otros tres juntos que se daban… sin duda será más caro que la triple terapia. Con esta forma de presentarlo, en términos económicos, es evidente que el progreso de la ciencia siempre será mejor… para la industria farmacéutica que ya se encargará de presentarlo como un gran avance para la salud de los pacientes.

Diabetes y hepatopatía crónica por VHC son dos de los ejemplos de enfermedades crónicas que, por estadística, todos estamos llamados a padecer. Librarse de ellas será, por tanto, una excepción. Pero a lo que logren mantenerse sanos, los incluiremos en el catálogo que ya hemos elaborado de enfermedades raras, para que no desentonen del resto.

 

Fuente: elmedicotraslaverdad.blogspot

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