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El ruso y ateo Malevich, fundador del SUPREMATISMO. Supremacía y representación de la nada, ¿un universo sin objetos?
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malEran otros tiempos, de vanguardias artísticas revolucionarias. Tiempos en los que, habiendo triunfado la revolución soviética (1917), se imponía ante todo romper con el pasado:

  • Se conocían el cubismo (Picasso, Bracque y Juan Gris, desarrollado a partir de 1907), el futurismo (Marinetti, 1909). Dadaísmo (propuesto en 1916 en el cabaret Voltaire -Zurich- por el alemán Hugo Ball, siendo su figura más conocida el rumano Tristan Tzara), impresionismo, surrealismo… todo demasiado subjetivo, burgués, sospechoso por extranjero y por tanto rechazable.
  • El constructivismo (propuesta de Tatlin para el Monumento a la Tercera Internacional (1919), una gigantesca torre -nunca construida- que habría de superar a la Torre Eiffel), la ópera atonal y satírica «La nariz» del en ocasiones ensalzado y en otras execrado camarada Shostakóvich (basada en un relato homónimo de Gógol), el suprematismo… Tiempos revueltos, de desconcierto e interregno. ¿Qué hacer? Ni lo antiguo servía, ni todavía una nueva y consolidada tendencia (aún Stalin no había asumido plenamente el poder) había aparecido. 

En «La Nariz»  Shostakóvich aúna la tradición rusa y las modernas corrientes de Occidente. Mal asunto poco tiempo después (a partir de 1924, en tiempos de Stalin) admirar y verse influenciado por Bach, Beethoven, Mahler o Berg. Mucho mejor su apoyo en referentes de la tierra como Músorgski y el joven Stravinsky; sólo que el primero pertenecía a la época de los zares (si bien, por razón de su acendrado nacionalismo, resultaba muy apegado al folclore popular ruso) y el segundo era cristiano -ortodoxo- y cosmopolita (hasta el punto de adquirir la nacionalidad norteamericana en 1945). Su maestría y estilo tan personal a duras penas le habrían de redimir: elementos de atonalidad (en composiciones tardías, incluso series dodecafónicas), politonalidad y cromatismo. 

En 1936  un artículo sin firma -hay quien dice que su autor fue el mismísimo Stalin- y gran impacto, «Caos en vez de música», publicado en el diario Pravda, cargó ferozmente contra una composición de Shostakóvich… por «esnobismo antipopular, pornofonía y formalismo». Cayó en desgracia, pero por fortuna para él sin más consecuencias -era la época de las grandes purgas- que el detrimento de su prestigio y economía. En 1948 Shostakóvich, Prokófiev o Jachaturián fueron condenados por el Politburó por «desviaciones formalistas antipopulares». Esta vez sus composiciones fueron prohibidas y le fueron retirados ciertos privilegios de que gozaba.

En 1958, tras la muerte de Stalin, el PCUS le rehabilitó. En 1960 Shostakóvich se vinculó al Partido Comunista; según unos por convencimiento, según otros por conveniencia o bajo presión. 

 

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  • Todavía no se había inventado el desnudo y por ende frío «realismo soviético» (política oficial de Iósif Stalin, a raíz de su Decreto de Reconstrucción de las Organizaciones Literarias y Artísticas -1932-), el ensalzamiento en exclusiva de la clase trabajadora. A partir de entonces y hasta su muerte (1953) todo -por tanto, también la estética y el arte- resultaría meridianamente claro.

Stalin y León Trotsky, nacidos ambos en la misma madre Rusia, en 1879, de familias humildes, eran marxistas acérrimos y también seguidores de Lenin. Su distinta visión sobre cómo hacer triunfar el comunismo en Europa empero, acaso también su pugna por el poder, pronto comenzó a distanciarles. 

Stalin carecía de preocupaciones teóricas. Trotsky en cambio era un intelectual. Había fracasado la revolución en Alemania (1919), la reacción del Estado Liberal ante el fenómeno soviético reconvirtiéndose en Estado Social de Derecho había apaciguado las revueltas y movimientos sociales en toda Europa. El desconcierto entre los soviéticos era palmario: no habían sido los países avanzados de la Europa occidental, como predijera Marx, sino la Rusia atrasada, la primera en tomar el camino del socialismo. La matemática histórica -léase, materialismo histórico, socialismo científico- había quedado en evidencia. ¿Qué hacer? 

”Revolución en un solo país” (Stalin) frente a “Revolución permanente” (Trotsky), una discusión que ya en 1924 había adquirido agrio acento. ¿Era posible desarrollar el socialismo en un solo país, esto es, en Rusia o era indispensable la revolución en otros estados? Para Stalin era posible -debía hacerse- lo primero: “Antes considerábase imposible el triunfo de la revolución en un solo país… Hoy este punto de vista ya no corresponde a la realidad… pues el desarrollo desigual, a saltos, de los distintos países capitalistas, bajo las condiciones del imperialismo, sus contradicciones catastróficas que conducen a guerras inevitables, el incremento del movimiento revolucionario en todos los países del mundo, todo ello conduce no solo a la posibilidad, sino incluso a la necesidad del triunfo del proletariado en distintos países tomados por separado”. Según Trotsky, en cambio, una actuación así haría que la revolución sucumbiera, se corrompiera.

El desenlace de esa pugna ideológica -hay ocasiones, países, en los que la disidencia puede costarte algo más que el cargo- es de sobra conocido. Tras la muerte de Lenin (1924) y pese al recelo que Stalin le suscitaba (tiene la «autoridad ilimitada concentrada en sus manos, y no estoy seguro que siempre sepa utilizarlo con la suficiente prudencia»), le sucedió éste, quien era ya Secretario General del Partido Comunista desde hacía dos años. A partir de aquí fue cercando a su competidor, Trotsky, hasta sacarlo del comité central, del partido y del país en 1929. Acusado de ser agente del gobierno norteamericano y del imperialismo mundial, Trotsky residió en varios países y finalmente en México donde, tras varios atentados fallidos, fue asesinado en su propia casa en 1940.

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Porque no trasmitía mensaje social, aun cuando con el paso del tiempo las obras suprematistas fueron aumentando en colorido y composición, pronto esta vanguardia hubo de dar paso a a otros movimientos. En Rusia se evolucionó hacia el realismo. Y fuera de ella, manteniendo la abstracción, hacia un cromático expresionismo  (Kandinsky).

Fascinado desde niño por el color y luego por la teosofía (la creación sería una progresión geométrica, a partir de un solo punto), Kandinski expuso en «Punto y línea sobre el plano» toda una teoría de las figuras geométricas y sus relaciones. Afirmaba, por ejemplo, que el círculo es la forma más pacífica y representa el alma humana.

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Visto con ojos de acomodado y nada revolucionario occidental, a un servidor se le antoja la producción del suprematismo alegoría de lo humano. Interrelación entre formas, igual que la existente entre las personas. Esta vez son círculos, cuadrados y rectángulos: distanciamiento, toque, intersección, penetración, superposición,  transparencia, unión y sustracción. La vida misma. Con todo eso y una pizca de geometría e inspiración, una obra de arte abstracto. ¡ La abstracción geométrica !
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Reinventarlo todo para terminar llegando siempre a lo mismo. Humanismo, siempre humanismo. Porque, lo queramos o no, somos lo que somos. 
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Vassily_Kandinsky,_1923_-_On_White_II
 KANDINSKY -«En blanco II», 1923-

 

 

 

 

 

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