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Notario desde 1984. Comenzó a ejercer en Carcabuey y Bujalance (Córdoba). 23 años en Los Palacios y desde 2008, en Sevilla capital. Profesor asociado de la U. Pablo de Olavide, Derecho mercantil (sociedades, Derecho bancario). Más de 20 trabajos, en libros y revistas jurídicas. Un ejemplo más de imbricación del Notariado en la sociedad.

 

 

Francisco José Aranguren Urriza. Estudió la carrera en Navarra, hizo oposiciones a notario en Zaragoza, pero sus cuatro destinos fueron andaluces, dos en Córdoba, los otros dos en Sevilla

 

Aranguren y Urriza, sus dos apellidos, son topónimos de la provincia de Navarra, que es un enjambre de ellos. Aranguren es Nuestro Valle en euskera. Urritza, Avellano. No vienen Mendigorría, monte rojo en vasco, el pueblo de su padre, director de un secadero de bacalao, ni Funes, el de su madre, que enviudó con dos niños pequeños y tuvo que reinventarse montando en la capital una peluquería de señoras, Peinados Estrella.

Francisco José Aranguren Urriza (Pamplona, 1958) es el tesorero del Ilustre Colegio Notarial de Andalucía. Como su madre, él también se reinventó. Un día se acostó Patxi y se levantó Paco. Estudió para notario en Pamplona, hizo las oposiciones en Zaragoza, incluida la estancia en una residencia sacerdotal cuyas vicisitudes trasladó a una novela, pero su trayectoria como notario es íntegramente andaluza: Carcabuey, Bujalance, ambos en la provincia de Córdoba, Los Palacios y Sevilla desde 2007.

Navarra«Un día decidí que iba a cambiar de personalidad, tener más de una vida». Puso tierra de por medio con su patria chica, tan grande: tuvieron hasta reyes. Uno de ellos, Sancho el Fuerte, «un tío de dos metros», tenía una espada que se conserva en Roncesvalles, donde se inicia el camino francés de Santiago y de donde procede la leyenda más andaluza de la historia de Navarra. De allí vienen los dos símbolos del escudo navarro: las cadenas que rodeaban la tienda del moro Miramamolín en la batalla de las Navas de Tolosa y la esmeralda verde, que es una variante musulmana del vellocino de oro.

Podía haber elegido la notaría de Ochagavia, «un pueblo precioso, pero con muy pocas mujeres. Abundan los solterones, todos con su trozo de monte vecinal, su dinero, su parte de bosque». Prefirió el sur. «Me extrañó que los hombres no llevaran sombrero cordobés. Cada vez que iba a Córdoba capital volvía con tortículis de lo guapas que eran las chicas». Una fonda en Priego de Córdoba, la notaría de Carcabuey, el pueblo de su colega Luis Marín Sicilia, el socio sevillista del bético Antonio Ojeda Escobar. En Priego, cuna de Niceto Alcalá-Zamora, conoce a Marisa, la cordobesa de Almedinilla que culmina esta orfebrería de transformar a Patxi en Paco. «Es lo que yo buscaba, que no me conociera nadie, no saber nada del sitio al que llegaba». Como el doctor Pasavento de su admirado Enrique Vila-Matas, su escritor favorito después de Borges, que no en vano escribió Funes el Memorioso, curioso vínculo con el pueblo donde se crió.

Borges, Joyce, Nabokov. «Los escritores que más me gustan son exiliados. Cuando estás fuera ves las cosas con mucho más relieve y profundidad«. Es lo que le llevó a poner las bases del Hogar Navarro de Sevilla, que cada año organiza una javierada a escala, en la finca de los Esparza donde degustan unos espárragos tan buenos como los de Mendavia.

De Carcabuey lo destinan a Bujalance, el pueblo cordobés del que también fue notario Juan Díaz del Moral. «Los de izquierdas se lo querían cargar porque era terrateniente; los de derechas, por escribir la Historia de las agitaciones campesinas«. El notario Aranguren también vivió esa paradoja. «En Bujalance había dos casinos, el de los señoritos y el de la Juventud Artesana».

En Pamplona conoció los años del plomo, «vivíamos enfrente de un cuartel de la Guardia Civil». Ahora sus amigos ven la Pamplona de Hemingway, pero él asocia muchos lugares de su ciudad natal con crímenes de ETA, «lo mismo que me ocurre cada vez que paseo por la calle Jesús del Gran Poder o por Don Remondo». La sombra del terrorismo era muy alargada. Lo vivió en su época de estudiante, «había compañeros que los defendían, que se reían». La hidra cotidiana del terror y una complicada relación con la religiosidad navarra le animaron a convertirse en otro, a regresar a la simbólica tienda de Miramamolín. Cambió la ribera del Arga, que baña Pamplona, por la del Guadalquivir.

A la hija mayor le pusieron María Luisa. En el segundo embarazo, si era niña le pondrían Blanca, por Blanca de Navarra. Si era niño, Fermín. Blanca Aranguren cambió por completo la vida del notario. Murió con dos años de leucemia y consiguió que su padre se estrenara como novelista, Y estrellas para presidir la noche, que le editó su amigo Bernardo Víctor Carande, y que hiciera las paces con Navarra, la tregua de sus particulares Navas de Tolosa.

Su notaría está en Julio César. «Sevilla es más romana y Córdoba más árabe«. Es tesorero de 530 notarios colegiados en Andalucía con caseta en Juan Belmonte. Creó la editorial El Desembarco, que publicó un total de 16 libros.

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Fuente: diariodesevilla.es

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