El nuevo libro del filósofo y escritor español trata de los aspectos, tanto trascendentes como pequeños, que deben regir la buena vida

Detalle de la portada de ‘La hazaña secreta’

De todas las preguntas que nos podemos hacer, quizá la más importante sea «¿cómo debería vivir?» Es decir, ¿qué es para mí una vida buena? ¿Cómo aprovecharé mejor mi tiempo y mi talento y cómo seré más feliz o, al menos, viviré más cómodamente?

Hay muchísimas respuestas a esta cuestión. Creo que entiendo a quien considera que la finalidad de la vida es acumular la mayor cantidad posible de dinero, a quien piensa que implicarse en causas políticas es la forma más noble de vivir, a quien lo que le importa es ver crecer a su familia y cuidar de ella, a quien ve en la fe el sentido único de la existencia o a quien opta por dedicar el máximo número de horas al estudio o la escritura. No las considero todas igual de valiosas, pero creo comprenderlas. A fin de cuentas, a la pregunta de qué queremos hacer con nuestra vida, la mayoría contestaríamos con una combinación de varias de esas opciones.

Por eso mismo, porque creo que cada individuo responde a las grandes preguntas de la vida de acuerdo con su carácter, no suelen gustarme los libros o los artículos que pretenden ser una guía para la existencia. Los que te dicen qué es una buena vida y qué no, si su fin es estar cachas o ser longevo, o ir a determinados restaurantes y no a otros, o vestir a la italiana o como un leñador. Pero la semana pasada recibí un libro de esa clase que me planteó un problema: su visión de la vida se parece bastante a la mía. Es ‘La hazaña secreta’, de Ismael Grasa (Turner), y sale a la venta mañana.

'La hazaña secreta'. (Turner)
‘La hazaña secreta’. (Turner)

No quiero decir que esté completamente de acuerdo con Grasa (en algunas cosas, de hecho, estoy en firme desacuerdo). Pero sí coincido en el tono general en que, a juzgar por su libro, él cree que hay que regir la propia vida. Va de aspectos pequeños a trascendentes, pero diría que pone más énfasis en los primeros, porque al final, si no crees en la trascendencia, son estos los que están más presentes en tu vida. Hay que ducharse diariamente, hay que cuidar el vestir, hay que pasear por las calles, hay que escoger tiendas o restaurantes que ofrezcan algo ligeramente singular (lo que no significa que sean caros), pero al mismo tiempo hay que gozar de los beneficios de la producción en masa y de los artículos de los supermercados. Está bien y es práctico que la mayoría de los muebles de casa sean baratos y funcionales, pero también es bonito conservar un pie de lámpara o una maceta un poco viejas y con una historia detrás. La tecnología es estupenda, pero quizá valga la pena imprimir bien una foto que nos gusta y convertirla en un objeto para ver en el salón o el baño, y no solo en una pantalla.

Combate contra la nada

A veces, Grasa puede parecer conservador, incluso aristocratizante, pero creo que siempre tiene en mente que lo nuevo no es indeseable y que se puede llevar una vida agradable con ingresos no demasiado altos (seguramente no con unos muy bajos). Lo ideal sería tener un jardín y poder cuidarlo, pero como eso es difícil quizá baste tener junto a la ventana una butaca de lectura rodeada de unas cuantas plantas. La buena educación, la cortesía con los demás, no cuestan nada en términos económicos, pero significan mucho. Hacer la cama al levantarse es importante: puedes tener un día horrible, pero habrá algo mínimamente ordenado en él; al menos, por la noche la cama estará lista para volver a deshacerla. “Todo se resume en un combate contra la nada, en levantar diques contra la nada, como se hace en esas tierras bajas que viven bajo la amenaza de la inundación del mar”.

Todo se resume en levantar diques contra la nada, como se hace en esas tierras bajas que viven bajo la amenaza del mar

El impulso democrático de la buena vida que propone Grasa está también en el desprecio que muestra por quienes desdeñan a las masas. No hay masas y no debemos utilizar esa expresión, sostiene, ya que esto siempre implica que nosotros no pertenecemos a ellas porque somos mejores: todos somos individuos y como tal nos debemos el mismo respeto. Y por eso hay que rehuir toda ideología que excluya a una parte de los seres humanos. “Se ha de desear un mundo donde las personas no estén condenadas por nacimiento a un determinado ámbito o a representar a otra cosa que a sí mismas”. Hablar bien, saber cuándo hablar y cuándo callar y rehuir las frases hechas es una muestra de cortesía. Y es bueno aprender a hacer cosas como limpiar, “frotar aspirar, sacudir, ponerse unos guantes para el salfumán”. “Quizá uno tiene que reponer una bombilla (…). Quizá uno tiene que disponer las cosas para que la vida fluya, como si, después de todo, algo, que no sabemos qué es, tuviese que suceder”.

Ismael Grasa. (EFE)
Ismael Grasa. (EFE)

Grasa explica también el valor de las rutinas y de las convenciones. Asearse, vestir de una manera u otra, la manera de disponer la mesa para las comidas y el lugar de estudio, tener un lugar especial del hogar donde fumar, ordenar los libros, invitar de vez en cuando a los amigos a casa y ofrecerles cosas sencillas y buenas: todo esto construye una vida, le da textura, diría yo que ordena nuestros cuerpos y nuestras cabezas.

Por supuesto, esto es la expresión de una vieja tradición, el estoicismo: entender que en la vida hay grandes dudas filosóficas, pero también unas crecientes certidumbres sobre cómo queremos vivir (creo que la edad y los ingresos influyen en eso: esta es la visión de un profesor de filosofía de mediana edad), atender al confort material e incluso, si es posible, darnos un capricho de vez en cuando. Saber que vivir es encontrar recogimiento en cosas relativamente pequeñas pero con un significado especial para nosotros; que hasta los peores adversarios o la gente con formas de vida que nos resultan completamente ajenas no son, al fin y al cabo, más que individuos en busca de un poco de placer. “Uno no debe tener miedo a parecer superficial o pasado de moda por hacer caso a ciertas normas -dice Grasa-, porque la superficie es un modo de acceso a lo profundo.”

Con citas de grandes autores, con el tono que hemos aprendido de Montaigne o Marco Aurelio y que Grasa sabe poner al día, y con solo 95 páginas que se leen en menos de una hora, ‘La hazaña secreta’ es un pequeño gran libro, aunque sea una recomendación de como vivir. Quizá por eso solo sea válido para aquellos que ya viven como sugiere el autor, e irrite a quienes no.

“Quería hablar (…) de ideales y de lo que he hablado es de zapatos, pero bien está así”, dice Grasa. En la vida, a veces, ideales y zapatos son lo mismo.

Fuente: elconfidencial.com

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