12/05/2018

Es inevitable. Igual que desde que nacemos se pone en marcha el reloj de la cuenta atrás de nuestra existencia, el ser humano, la humanidad como especie, avanza inexorablemente hacia una presencia cada vez mayor de la tecnología en nuestras vidas. No se trata de analizar si será mejor o peor, simplemente será. O por mejor decir, está siendo. Pues esa acción de la tecnología en nuestra vida diaria ya está produciendo erosiones y el ser humano necesita estar apercibido para adaptarse al cambio. Entre otras razones, porque habrá poco tiempo para adaptarse.
Habrá poco tiempo de adaptación porque la tecnología avanza muy deprisa. Podemos echar la vista atrás y ver que hace veinte años nadie imaginaba los que los móviles, internet o los ordenadores iban a suponer en nuestras vidas. Hoy no sabríamos vivir sin ellos. Y una nueva revolución, en realidad la misma, llama a nuestras puertas de la mano de términos que nos parecen futuristas como Big Data, Blockchain o inteligencia artificial (IA). Son nuevas herramientas pero tienen de diferente que su implantación en la sociedad, su presencia y utilización probablemente no requerirán de los 20 años que necesitaron las anteriores, probablemente en cinco años serán ya de uso común. Se está produciendo una enorme transformación social a pasos agigantados. Cambios siempre los ha habido (mire hacia atrás en la Historia) pero la velocidad actual es vertiginosa, exponencial. Se habla de profesiones que están llamadas a desaparecer, profesiones y actividades que en su día se consideraron elitistas o imprescindibles, desde los maquinistas de tren en locomotoras de vapor a los linotipistas. Hoy hay otras en el ojo del huracán a las que se les augura próxima extinción, desde taxista o chófer a empleado de Correos o técnicos de impresión o trabajadores del mundo de la automoción (construcción de automóviles y gasolineras). Las oficinas bancarias están llamadas a desaparecer como han ido desapareciendo las cabinas de teléfonos. Igual que la agricultura ha sufrido una enorme mecanización que ha hecho prescindibles tantos trabajadores, los demás sectores de producción tendrán que reinventarse o desaparecer.
 
Puede haber aspectos de la vida social que nos parezcan inamovibles o resistentes al cambio: la judicatura, la política, la medicina,… Pero no hay nada seguro y estable, todo está sujeto a cambio y grandes empresas han desaparecido cuando ha irrumpido en su terreno otro paradigma. El gigante del papel fotográfico Kodak entró en crisis con la irrupción y mejora de la fotografía digital y en 2012 entró en concurso de acreedores. Algunos creen que IA, blockchain o big-data sólo son términos futuristas pero están cambiando la manera de ejercer las profesiones más tradicionales. Poder elaborar algoritmos predictivos en función de los millones de datos que se pueden manejar por potentes ordenadores (y lógicamente, que esas predicciones se cumplan) va a instaurarse en la sociedad en los próximos años. Porque es más eficiente y la eficiencia se impone.
 
De entrada, parece que nos repugna que un fallo judicial o un diagnóstico médico salga de un ordenador. Pero si resulta que de forma reiterada esos fallos judiciales han sido fruto de analizar los millones de precedentes que existen junto con los contenidos de las leyes generales y particulares que atañen a ese caso, contemplando incluso posibles influencias colaterales con el derecho internacional u otros campos afines (un análisis que escapa a cualquier juez)… y en apenas unos minutos, quizás empecemos a considerar al juez como un elemento prescindible. Si todos los ciudadanos convenimos que depositamos la administración de la justicia a los algoritmos de un ordenador que se muestra «justo», acaso más justo que la justicia de los jueces, ¿sobrarán los jueces? Y si blockchain se consolida, ¿sobran las notarías y registros? ¿Somos capaces de imaginarnos una sociedad sin jueces y sin notarios?
 
De forma análoga, podemos pensar si sobrarán los médicos cuando se vaya desarrollando el proceso de integración de los datos médicos, billones de datos médicos, que llegan hasta el genoma. Quizás no del todo pero desde luego nuestra tarea va a sufrir una importantísima transformación. Es probable que quedaremos como consultores o correctores de procesos automatizados y con autoridad para validarlos.  Hoy día en las facultades de medicina se sigue enseñando la medicina como hace más de veinte años. Los que salgan a ejercerla se encontrarán con que aquello ya no es así.
 
Estos cambios ya están afectando a la poderosa industria farmacéutica y las multinacionales ya dirigen sus investigaciones y buscan sus patentes con la ayuda de la inteligencia artificial porque es mucho más rentable, predice de forma más certera dónde se encuentran las posibles dianas terapéuticas.
 
El ejercicio de la medicina, lo avanzaba en otra entrada, camina hacia la medicalización permanenteuna forma estresante de control permanente del estado de salud basado en el análisis en tiempo real de miles de variables. Un campo abonado para los hipocondríacos. Y por eso, para todos en general y para ellos en particular, creo que hay que irse vacunando. Los que ahora tienen cinco años, que no se preocupen de sacarse el carnet de conducir porque no sólo no lo necesitarán sino que probablemente será ilegal tenerlo o estará prohibido conducir. E igual que ahora el mayor proveedor de transportes no tiene vehículos y el mayor servidor de alojamientos turísticos no tiene una sola casa, el mayor servidor de servicios médicos probablemente no tendrá ni un solo hospital.
 
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