.
Recuerdo una campaña contra el aceite de oliva hace ya muchos años. El café, el chocolate, las distintas carnes… más por creencia e inercia que racionalmente nos conducimos en ocasiones en estos asuntos. Hasta que la salud aprieta. Bien estará leer una vez más los consejos del experto. ¡ Total, para el caso que probablemente y de momento le haremos !
 

.

Congreso-Mujer-Gastronómica

 

.

Luis Miguel Benito de Benito | 1 de mayo de 2016

.

Siempre hemos dicho que el exceso de información puede ser ruido. Este blog pretende, entre otra cosas, ayudar a los lectores a adquirir criterio para que puedan juzgar con mayor profundidad los entresijos de la medicina, lo que subyace tras la apariencia de investigación, de ciencia. Se trata de ayudar a forjar una mentalidad crítica con todo lo que se lee. Por supuesto, también con esto.
.

.
Comienza el mes de mayo y me brindan una ocasión de oro para divertirme dinamitando mitos. Hacía tiempo que lo deseaba. Me han invitado a participar en el Primer Foro Abierto de Salud y Gastronomía como ponente en dos jornadas, los días 5 y 26 de mayo. Como en los foros lo esencial es el debate con los asistentes, el tiempo de exposición, el rollo del ponente, debe ser breve. Y en mi caso lo será y además contundente. Así, provocando, el debate será más vivo.

A nadie se le pasa por alto lo importante que es la nutrición en la salud. Claro, sin comer no se puede vivir. Pero estamos cada vez más aburridos de oír de LA correcta alimentación, LA dieta equilibrada, EL mejor método para adelgazar comiendo. Todo en exclusiva, como si sólo hubiese una manera correcta. Y esto por no decir de las propiedades de los diferentes alimentos de moda: cuando no es la piña lo esencial, lo es el yogur, los probióticos, los arándanos, los «omegatres», semillas de goji, el kéfir o la guanábana, o el humilde limón. O las proscripciones que hacen de alimentos como los que contienen gluten, las carnes rojas, el vino o hasta la leche. Mismamente, la miel y la jalea real pasaron de ser grandes alimentos a estar bajo la sospecha de los intolerantes a la fructosa. O de que toda la salud reside en beber tres litros de agua al día o hacerse crudivegano, En hacer varias hidroterapias de colon o bañarse en soluciones hipertónicas salinas. Vivimos atacados por dogmas culinarios, por supuesto todos con base científica, porque todos conocemos que los que comen yogur están más sanos que los que no lo comen, y una señora que siempre evitó las carnes rojas y el gluten no tenía arrugas a los 70 años.

Yo peco de ingenuo con mucha frecuencia pues, aunque voy entrando en años, me fío de la gente. Pero los años de ejercicio profesional me han permitido analizar mejor las variadas modas que presentan los pacientes: los enemas de café, las propiedades del aloe vera, la potencia antibiótica del extracto de semillas de pomelo,… Que si yo me he quitado la sal, y yo la leche que es tóxica según leí en un libro muy vendido; y a mí no me dicen que soy celíaco pero de sobra sé que el gluten me cae mal, me envenena. Escucho atentamente porque no pongo en duda que efectivamente las conductas que dicen seguir es probable que le estén cayendo bien. Pero ¿saben una cosa? Te vuelves un relativista. Porque cuando ves en la consulta nonagenarios sarmentosos con la cabeza bien amueblada que aseguran que apenas se habrán bebido un par de vasos de agua en su vida… cuando ves que la leche ha sido y es el sustrato de alimentación del ser humano a lo largo de su historia al menos durante su primer año de vida, cuando ves que hay pueblos enteros muy sanos que jamás han probado la fruta y apenas las verduras (dígase los inuit, esquimales ellos, a ver qué frutas y hortalizas van a plantar allí…),… cuando sabes que los habitantes del poderoso imperio romano jamás probaron ni tomate, ni patatas, ni pimientos, y sobrevivieron. Cuando tienes noticia de que más la mitad de la población mundial apenas come una vez al día (y sobrevive o malvive…), cuando conoces culturas que se alimentan de insectos y cucarachas o con productos que a nosotros nos repugnan,… te vuelves muy relativista respecto al patrón correcto de nutrición.

La primera conclusión frente a las modas de alimentación es que el ser humano es omnívoro: el ser humano es capaz de comer de todo. Si algo nos demuestra la historia es que desde que el hombre ha estado sobre tierra se ha alimentado con todo lo que tenía a su alcance, hasta de sus semejantes. Sacar a relucir las delicatessen propias de cada región, de las excelencias de la cocina mediterránea, de lo sana que es la oriental o de lo rica en especias que es la mejicana o hindú, no dejan de ser exponentes de etnocentrismo. Se come lo que hay, lo que se puede, con mejor o peor aderezo, según costumbre, cultura y arte del cocinero o cocinera. ¡El hambre que debía tener el primero que se comió un centollo! Y ¿alimenta todo por igual? Pues no, está claro que no. Aparte del alimento que se ingiere, a pesar de haber asegurado que el ser humano es omnívoro, nuestro aparato digestivo no está acostumbrado a comer de todo por igual. Hay fenómenos adaptativos de los intestinos en los diferentes puntos del planeta. Normalmente un europeo encuentra demasiado picante la comida mejicana. Pero también hay fenómenos evolutivos en cada individuo: a lo largo de su vida, la maquinaria enzimática de digestión de alimentos va cambiando. Un proceso harto conocido es el desarrollo con la edad de intolerancia a la lactosa. Es frecuente que con el paso de los años la persona que consume leche nota que cada vez le cae peor, que le da gases o diarrea. Está perdiendo lactasas intestinales y eso se traduce en un rechazo a este alimento. Esto puede aparecer en la juventud aunque es más frecuente cuanto más mayores nos hacemos. Algunos que se hacen intolerantes a la leche además se hacen radicales respecto a su convicción y llegan a considerar la leche como un veneno. Como a ellos les cae mal, es mala para todos. Pero igual sucede con el gluten. La dinámica de rechazo y aversión en el fondo es que los más radicales son los ex- como sucede a los exfumadores respecto a los que todavía fuman. Por eso, quien encuentra un modo de alimentación que le arregla su vida… cree que ha de ser el que arregle las vidas de todos. Y elabora toda una teoría «científica» para explicar por qué es así.

Nuestro intestino procesa mejor unos alimentos que otros. Hablo de individuos «sanos» pues es evidente que quien tiene un trastorno de absorción, una alergia, una deficiencia enzimática o una insuficiencia en la función de algún órgano va a necesitar un tipo de nutrición adaptada a sus circunstancias. Pero para el común de la gente impera…el sentido común: coma lo que le caiga bien y coma menos o evite lo que le caiga mal. Y sobre todo coma poco, menos de lo que come que, usted que me está leyendo seguro que come más de lo que necesita. Coma despacio, masticando bien. A veces unas pinceladas sobre los hábitos nutricionales visten mucho como recordar que verán en las heces las pieles del tomate o del pimiento, las semillas del kiwi o la sandía, incluso verán algún guisante o grano de maíz si fue tragado sin haberlo triturado con los dientes. También se sorprenderán al advertirles de lo indigesta que es la lechuga, creadora de gases y estreñimientos.

Declarándome abiertamente partidario de la dieta variada (mis pacientes saben que rara vez doy recomendaciones dietéticas) procuro alertar contra los reduccionismos. Esta palabra, reduccionismo, no existe en el diccionario de la RAE y sin embargo es empleada con mucha profusión para hablar en ciencia de las corrientes filosóficas o científicas que pretenden explicar todo por una parte pequeña. Decir que «todo lo que somos está en el genoma», o «compartimos con los primates el 98% de nuestro genoma luego somos primos hermanos» es tan simplista como reducir todos los sobrepesos a que los pacientes comen demasiado, o que el problema del cáncer es un desequilibrio ácido-base, o que la solución de todos los problemas médicos es hacer resonar los átomos de manera armónica con ayuda de la homeopatía, o que haciendo hidroterapias de colon se previene el cáncer de todo tipo y hasta el acné. Este afán por encontrar una causa que lo explique todo invita a que quien encuentre una tirita se haga una herida para aprovecharla. Las modas por los alimentos «ecológicos», las fobias a los «transgénicos» y demás engendros del debate culinario hace prever que en estas jornadas nos vamos a divertir mucho.

.
Next Post

Login to your account below

Fill the forms bellow to register

Retrieve your password

Please enter your username or email address to reset your password.