Cuando se acercan las elecciones, se suele creer que la decisión de voto se basa en la reflexión: se comparan propuestas, se analizan programas y se escuchan debates. Sin embargo, la neurociencia ha demostrado que el cerebro toma gran parte de estas decisiones antes incluso de que usted sea consciente de ello. Este hallazgo ha dado origen a la neuropolítica, un campo que estudia cómo los procesos cerebrales y emocionales influyen en el comportamiento electoral.

Según el profesor David Redolar Ripoll, de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), las primeras impresiones juegan un papel determinante. Al ver por primera vez a un candidato, estructuras como la amígdala y la ínsula anterior se activan en milésimas de segundo, evaluando si esa persona resulta confiable o no. Lo curioso es que estas reacciones ocurren antes de que usted pueda razonar y condicionan el análisis posterior que se cree hacer de manera lógica.

Uno de los factores más influyentes es la expresión facial. Rostros con una sonrisa leve y cejas en ángulo transmiten emociones positivas que generan confianza de forma automática, mientras que rasgos más tensos o duros despiertan desconfianza sin que se sepa explicar por qué. Incluso un rostro neutro puede parecer confiable o no dependiendo de asociaciones previas, aunque estas se hayan producido de manera subliminal. En otras palabras, el cerebro aprende y responde inconscientemente.

Otro fenómeno que explica la neuropolítica es el llamado voto por contagio. En situaciones de incertidumbre o falta de información, el cerebro tiende a buscar atajos y uno de los más comunes es seguir lo que hace el grupo. Así, la opinión de amigos, familiares o vecinos puede inclinar la balanza de forma decisiva. Este efecto se ha amplificado en la era de las redes sociales, donde la exposición constante a lo que piensan los demás actúa como señal que refuerza o cambia nuestra la decisión sin que se perciba.

La interacción entre emoción y razón es constante. El neurólogo Antonio Damasio explica que cada experiencia deja una huella emocional que el cerebro utiliza para orientar sus decisiones futuras. Si un gesto, una voz o una idea asociada a un candidato le recuerda a algo positivo o negativo del pasado, esa emoción reaparece y condiciona el juicio. Esto significa que, aunque se crea estar votando de manera racional, las emociones pueden estar influyendo mucho más de lo que uno mismo cree.

Estos hallazgos invitan a cuestionarnos hasta qué punto se elige conscientemente a quién votar. Comprender estos mecanismos no solo permite a los ciudadanos ser más críticos con sus propias decisiones, sino que también ayuda a entender por qué las campañas políticas se diseñan cada vez más para impactar emocionalmente en el electorado y no solo para presentar argumentos o propuestas detalladas.

Fuente: https://www.uoc.edu/es/news/2019/064-neuropolitica

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