El mercado de las religiones y descreencias es a día de hoy abierto, competitivo. Cada cual «vende» en él su mercancía. He aquí nuestra oferta navideña. Por mis raíces y convicción, no puede ser otra que
EL CRISTIANISMO
_
_
Los cristianos somos muy afortunados. Para nosotros todo tiene sentido, incluso el dolor. Pues sabemos –por la fe- que todo ocurre para nuestro bien: El Señor es nuestra roca y salvación. Aunque no entendamos, confiamos. Por tanto, el miedo no forma parte de nuestra vida; tampoco la resignación estoica. Y el humanismo no es –en nuestra intuición- más que pura derivación de la única regla que rige el Universo, el Amor.
_
RECORDANDO A QUIENES YA NO ESTÁN
_
¿Cómo podría Natura haber sido tan cruel? O tan imperfecta. Darnos la capacidad de soñar lo absoluto, lo inmortal, sin permitirnos alcanzarlo. No es así. «Fecisti nos ad te et inquietum est cor nostrum donec requiescat in te» -Nos hiciste para ti, Señor, y nuestro corazón estará inquieto hasta que repose en ti-.
– Y tú, ¿quieres eres?
– Una gota de agua. ¿Y tú?
– Otra gota de agua.Y acertaron ambas a ver otra tercera gota de agua, que por allí estaba, y al unísono le preguntaron:
– ¿Y quieres eres tú?
– ¡Yo soy el Océano!
¡No tengáis miedo! Afortunadamente el tiempo no es la medida. Como tampoco el poder ni riqueza. Ni siquiera el trabajo. Pues seremos pesados en el amor. Y El Amor es pura desmesura.
El Señor es mi Pastor, nada me falta:
en verdes praderas me hace recostar;
Aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque tu vas conmigo:
tu vara y tu cayado me sosiegan.
Tu bondad y tu misericordia me acompañan
todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor
por años sin término.
_
NOCHE DE PAZ Y AMOR
_
En Navidad acostumbramos a desearnos mutuamente “salud, dinero –prosperidad- y amor”. Este año no lo veo así: Os deseo Paz y Amor. Nada más.
- Desear salud a un enfermo terminal me parece un sarcasmo. Y tampoco debe resultar muy reconfortante sentir sobre uno, en tales circunstancias, la lástima ajena. ¿Entonces?
- Desearle dinero a tantos parados como hoy hay suena cuando menos poco comprometido, aburguesado. A falso.
- Por lo demás, ¡hay tantas otras dolencias que ni la salud ni el dinero pueden mitigar! Hace una semana un amigo perdió a su madre. Ayer le tocó a otro despedir a su padre. Unos se acostumbran a vivir con las ausencias; otros aprenden a aceptarlas; nadie olvida.
Decididamente ni el dinero ni la salud son condición necesaria ni suficiente para sentirse a gusto. Más aún, puede que incluso ni siquiera cooperen a tal fin. Pues, por su capacidad de generar distracción, fácilmente alejan a quien los posee de la única, incesante e inagotable fuente de la felicidad: El Amor.
Hay males que no se pueden curar con dinero, sino sólo con amor. Así, por ejemplo, sin un corazón lleno de amor y sin unas manos generosas, es imposible curar a un hombre enfermo de su soledad.
¡Yo no haría eso ni por un millón de dólares! … ¡Yo tampoco! –contestación de Teresa de Calcuta-. ¡Jodidos pero contentos! He aquí, a mi juicio, la verdadera naturaleza y vocación del ser humano. Estamos llamados a “sufrir”, a soportar el peso de nuestra cruz; al tiempo ese sufrimiento nos proporciona placer. No me preguntéis por qué. Simplemente, es así.
Nada hay de masoquismo en lo que decimos. A quien algo quiere, algo le ha de costar. Así funciona esto. Como en el deporte, para generar endorfinas -sensación de bienestar- hay que esforzarse.
El amor, para que sea auténtico, debe costarnos. Nos debe doler, hasta vaciarnos de nosotros mismos.
¿Paz y Amor? Se me antoja repetir dos veces lo mismo. Sólo que abordándolo por distinta vertiente. En mi intuición, no puede existir una paz pletórica -no estoica- sin un amor sin mesura, incontrolable y eterno; y viceversa. Entramos en otra dimensión, de Plenitud; algo para nosotros de momento inaccesible aunque susceptible de ser columbrado, guía y norte de nuestra existencia.
Se puede vivir en el mundo y al tiempo apartado de él. Demos al César –el mundo- lo que es suyo y a Dios –nuestro ámbito interno, reflexivo- lo propio. Harta tarea tenemos con tranformarnos a nosotros mismos, de hombre viejo en hombre nuevo; de agresivos en mansos, de orgullosos en humildes de corazón («don’t be humble, you are not that great» -Golda Meir-), de egoístas y ambiciosos en instrumentos del Amor de Dios.
La amargura y el orgullo son hermanos gemelos; el mal humor y la irritabilidad son sus inseparables acompañantes.
Lo demás, la justicia y mejora de las condiciones sociales, habrán de venirnos por añadidura. ¿Te has parado a pensar que si tu sociedad es injusta acaso sea porque sus miembros y en particular tú lo eres? Así como no es posible empezar una casa por el tejado, difícilmente una sociedad podrá ser benéfica si sus miembros no lo son. Haz bien lo que a ti corresponde; y confía.
_
Ama y haz lo que quieras
_
En verdad, es el esfuerzo del día a día, el trabajo bien hecho, lo que nos proporciona mayor –auténtico- placer. Puede que no podamos hacer grandes cosas, pero sí cosas pequeñas con un gran amor. A tomar esa decisión os animo. Es lo que os deseo. ¡Daos una oportunidad!
El perdón es una decisión, no un sentimiento. Perdona, que perdonando tendrás en paz tu alma y la tendrá el que te ofendió.
“Age quod Agis”. Céntrate en lo que en cada momento haces. Hazlo bien, a conciencia. Te sentirás “cool, groovy”.
Que el Amor penetre en vuestra vida allá por donde menos lo esperéis. Claro que para ello será preciso al menos una rendija en nuestro hosco comportamiento.
Os animo a que incorporéis la sonrisa a vuestra vida cotidiana. Una sonrisa traerá a otra. Y ésta a la tercera. Al final se convertirá en un hábito. Y de ahí probablemente, de manera inopinada, resulte nuestra transformación.
Dar es recibir. En cierta ocasión fui a dar consuelo y volví colmado de paz. Lo cierto es que si no hubiera ido, nada me habría sido dado. Algo pues debió influir mi decisión en que Dios decidiera retornarme ciento por uno.
Por el Amor hemos sido hechos a Su imagen y semejanza; irrepetibles y libres. Cada uno de nosotros es único en su vocación: En el campo de sus habilidades, el mejor. Os animo a conoceros a vosotros mismos, a descubrir vuestra auténtica vocación. De servicio, siempre de servicio.
Nadie somos más ni menos. ¿Es más el delantero que el defensa? Puede que aquel se haga notar más, que sea más famoso; pero tan importantes, tan imprescindibles para el buen funcionamiento del equipo son el uno como el otro. Aceptemos con alegría nuestra posición. ¡Ad maiorem Dei gloriam!
Y si formamos un mismo equipo, ¿cómo es entonces que cuando otro “mete un gol” –triunfa- no nos alegramos?
Mucho se nos ha dado –a cada uno en su campo- y de ello habremos cada uno de rendir cuentas. Os confieso que, a día de hoy, cuando veo a alguna persona “cargada” de aptitudes, no la envidio; la tomo como estímulo y al tiempo la “compadezco”, pues pienso en la enorme responsabilidad que se ve obligado a sobrellevar.
Pero, ¿qué vocación de servicio desempeña un pensionista, un desheredado de la tierra o un sujeto terminal? A veces –visto con ojos terrenales- nuestro cometido es muy ingrato. Pues, como queda dicho, no todos podemos ser delantero centro -famosos-. Cuando veo a uno de estos “desahuciados” me corroe cierta envidia; me acuerdo de las bienaventuranzas; veo la mucha confianza que Dios ha depositado en esas personas para hacerles llevar una cruz tan pesada, siendo que la mía es tan liviana. ¿Por qué será que no me consideró digno a mí de tan difícil tarea? ¿Por falta de preparación o de voluntad? Siento escalofrío al pensar en todo esto.
_
¡ Non abbiate paura !
_
¿Tiene sentido la muerte? Como la vida contemplativa o el dolor, por su trascendencia sirven a reflejar la quintaesencia de nuestra naturaleza. Abandonado lo accesorio, ¿qué queda? Nuestras profesiones y trabajos de juventud, vanidad de vanidades.
Sólo por la ejemplaridad de su vejez y muerte, la vida de Juan Pablo II habría merecido la pena. Mientras haya dignidad, capacidad de amar y ser amados, estamos llamados a vivir. Con alegría. Fastidiados sí, pero contentos.
Una vida contemplativa es todo entrega y sacrificio. En beneficio de la comunidad, a cuyo bienestar contribuye mediante su continua súplica a Dios. Pues también a Él le gusta que le pidan (¿no os gusta a vosotros que vuestros hijos os pidan?) y ser amado hasta el extremo.
Nada sobra. La muerte da sentido a nuestra vida. Bien entendida, es un acto de amor. Pues sería impropio estar siempre “jugando”, deberíamos agradecer que el “coach” nos permita descansar. Y al revés, sería igualmente abusivo, por nuestra parte, pretender formar parte siempre del equipo titular: ¡Algún día tendríamos que aceptar de grado que sean otros los que ocupen nuestro puesto! Cuando lo juzgue conveniente el entrenador.
Cuántas veces el padre quiebra la voluntad del hijo. Con la madurez, el hijo termina comprendiendo la bondad paterna. ¡Qué suerte tenemos de que nuestro Padre sea omnisciente!
_
¡No tengáis miedo! Os animo a que encaréis el porvenir con confianza en Dios. Trabajando y al tiempo rogando; es nuestro trabajo, lo que de nosotros se espera. Porque todo cuanto ocurra será para nuestro bien.
¿Qué padre, siendo que su hijo le pide algo mínimamente razonable, no terminará por ceder, dárselo?
Pues ningún padre da a su hijo una piedra cuando éste le pide pan.
La Fe es un don, algo que nos es entregado gratuitamente. En nuestra mano no está exigirla. Pero sí pedirla; y esto, según lo visto, es mucho. Os exhorto a que la pidáis.
_
Teresa de Lisieux, todo un ejemplo
_
Para aquellos que a día de hoy necesitan consuelo, he aquí mi santa favorita, Teresa de Lisieux, cuya fe “a prueba de bombas” y sencillez os ha de confortar. Mucho ánimo y confianza en Dios. Su autobiografía, “Historia de un alma”, la tenéis en Internet (+). He aquí algunas de sus “perlas”:
_
… y así, quería mucho a papá y a mamá, y les demostraba de mil maneras mi cariño, pues era muy efusiva.. Sólo que los medios que empleaba, a veces eran raros, como lo demuestra este pasaje de una carta de mamá:
«La niña es un verdadero diablillo, que viene a acariciarme deseándome la muerte: «¡Cómo me gustaría que te murieras, mamaíta…!» La riñen, y me dice: «¡Pero si es para que vayas al cielo! ¿No dices que tenemos que morirnos para ir allá?» Y cuando está con estos arrebatos de amor, desea también la muerte a su padre»…
_-
&&&
_
… cuando se ofreció ante mis ojos el horizonte de la perfección, comprendí que para ser santa había que sufrir mucho, buscar siempre lo más perfecto y olvidarse de sí misma. Comprendí que en la perfección había muchos grados, y que cada alma era libre de responder a las invitaciones del Señor y de hacer poco o mucho por él, en una palabra, de escoger entre los sacrificios que él nos pide. Entonces, como en los días de mi niñez, exclamé: «Dios mío, yo lo escojo todo. No quiero ser santa a medias, no me asusta sufrir por ti, sólo me asusta una cosa: conservar mi voluntad. Tómala, ¡pues «yo escojo todo» lo que tú quieres...!
_
&&&
_
… el recuerdo que la madre Genoveva dejó en mi corazón es un recuerdo impregnado de fragancia… El día de su partida para el cielo viví una emoción muy especial. Era la primera vez que asistía a una muerte, y el espectáculo fue realmente encantador... Yo estaba colocada justamente a los pies de la cama de la santa moribunda y veía perfectamente sus más ligeros movimientos.
Durante las dos horas que pasé allí, me parecía que mi alma debería estar llena de fervor; por el contrario, se apoderó de mí una especie de insensibilidad. Pero en el momento mismo en que nuestra santa madre Genoveva nacía para el cielo, mis disposiciones interiores dieron un vuelco: en un abrir y cerrar de ojos me sentí henchida de una alegría y de un fervor inexplicables. Era como si la madre Genoveva me hubiese dado una parte de la felicidad de que ella ya gozaba, pues estoy plenamente convencida de que fue derecha al cielo…
_
&&&
_
Este año, el 9 de junio, fiesta de la Santísima Trinidad, recibí la gracia de entender mejor que nunca cuánto desea Jesús ser amado.
Dios ha querido que mi alma pasara por muchas clases de pruebas. He sufrido mucho desde que estoy en la tierra. Pero si en mi niñez sufría con tristeza, ahora ya no sufro así: lo hago con alegría y con paz, soy realmente feliz de sufrir.
¡Oh, Jesús!, si es necesario que un alma que te ama purifique la mesa que ellos han manchado, yo acepto comer sola en ella el pan de la tribulación hasta que tengas a bien introducirme en tu reino luminoso… La única gracia que te pido es la de no ofenderte jamás…
_
&&&
_
A pesar de esta prueba que me roba todo goce, aún puedo exclamar: «Tus acciones, Señor, son mi alegría» (Sal XCI). Porque ¿existe alegría mayor que la de sufrir por tu amor…? Cuanto más íntimo es el sufrimiento, tanto menos aparece a los ojos de las criaturas y más te alegra a ti, Dios mío. Pero si, por un imposible, ni tú mismo llegases a conocer mi sufrimiento, yo aún me sentiría feliz de padecerlo si con él pudiese impedir o reparar un solo pecado contra la fe…
_
&&&
_
Nunca, Madre, he experimentado tan bien como ahora cuán compasivo y misericordioso es el Señor: él no me ha enviado esta prueba hasta el momento en que tenía fuerzas para soportarla; antes, creo que me hubiese hundido en el desánimo…
_
&&&
_
Al empezar la novena, yo le decía, Madre, que la Santísima Virgen tenía que curarme o bien llevarme al cielo, pues me parecía muy triste para usted y para la comunidad tener que cargar con una joven religiosa enferma. Ahora acepto estar toda la vida enferma, si eso le agrada a Dios, y me resigno incluso a que mi vida sea muy larga. La única gracia que deseo es que mi vida acabe rota por el amor.
No, no temo una vida larga, no rehuso el combate, pues el Señor es la roca sobre la que me alzo, que adiestra mis manos para el combate, mis dedos para la pelea, él es mi escudo, yo confío en él (Sal CXLIII). Por eso, nunca he pedido a Dios morir joven, aunque es cierto que siempre he esperado que fuera ésa su voluntad.
_
&&&
_
La caridad perfecta consiste en soportar los defectos de los demás, en no extrañarse de sus debilidades, en edificarse de los más pequeños actos de virtud que les veamos practicar. Pero, sobre todo, comprendí que la caridad no debe quedarse encerrada en el fondo del corazón: Nadie, dijo Jesús, enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de la casa.
_
&&&
_
Dios me ha concedido la gracia de no temer el combate. Tengo que cumplir con mi deber al precio que sea. Más de una vez he oído decir esto: «Si quieres conseguir algo de mí, tendrás que ganarme por el camino de la dulzura; por el de la fuerza no conseguirás nada». Sé que nadie es buen juez en propia causa, y que un niño al que el médico somete a una operación dolorosa no dejará de chillar y de decir que es peor el remedio que la enfermedad; sin embargo, cuando a los pocos días se encuentre curado, se sentirá feliz de poder jugar y correr.
Lo mismo ocurre con las almas. No tardan en reconocer que, en ocasiones, un poco de acíbar es preferible al azúcar, y no tienen reparo en confesarlo.
_
&&&
_
Aunque tuviera sobre la conciencia todos los pecados que pueden cometerse, iría, con el corazón roto de arrepentimiento, a echarme en brazos de Jesús, pues sé cómo ama al hijo pródigo que vuelve a él.
Please enter the url to a YouTube video.
Muchas gracias por vuestro hermoso mensaje.