29/07/2020

CUANDO la burbuja estaba engordando, fui a la Notaría a firmar una póliza de crédito de un circulante necesario para acometer un buen trabajo. Durante la espera para firmar me llamó la atención una pareja joven, que junto con otra persona de su edad, con traje azul marino, no paraban de reír con sonoras carcajadas. Me enteré de que no les había tocado la lotería, que iban a firmar una hipoteca de casi 200.000 euros. En esos momentos se me vino el techo (metafóricamente) encima: yo iba a firmar una póliza para un trabajo que seguramente me iba a deparar beneficios (como así fue) y estaba enfadado por necesitarla, pero ellos estaban hipotecando su casa y su futuro y estaban alegres.

En España estamos más tiesos que la varilla de un cohete: la deuda pública, de la que ya ni se habla, crece como una cosa mala. Vamos a Bruselas, nos dan una subvención y un «empréstame», que lógicamente esperan que devolvamos, y nos ponemos como las castañuelas de Lucero Tena. «Mi no comprender».

Comprendo que la necesidad de dinero está motivada por unos gastos extraordinarios debidos a una enfermedad, y la consiguiente paralización de la economía ocasionados por la misma. Me parece muy bien que se hayan hecho esos gastos y que se pida ayuda a Bruselas. Pero, ¿es para estar contentos haber tenido que negociar un crédito, que además es inferior a la petición inicial? Por otra parte, cuando vas (o al menos cuando yo iba) a un banco a pedir plata, el director preguntaba: ¿para qué?, ¿por qué?, ¿cómo lo vas a devolver?, ¿de dónde lo vas a recuperar?, ¿puedes reducir gastos?, ¿cómo lo vas «emplear»? Es decir, tenías que presentar un cuadro de cuentas que le diera tranquilidad al banco de que iba a recuperar su dinero. Si la situación no cumplía esos requisitos, olvídate de la plata porque les daba la impresión de que era como el título de la película de Woody Allen: Toma el dinero y corre.

Así que no nos han dado lo que queríamos, que parece ser que era imprescindible, sino que hemos cogido lo que nos han dado y en las condiciones que ellos han decidido. Y encima somos unos genios de la negociación porque no nos han preguntado nada sobre el empleo de ese dinero ni sobre cómo lo vamos a devolver. ¿Estamos seguros? Eso es lo que nos han dicho los que han escenificado los aplausos (¿?) a nuestro negociador, y de eso es de lo que quieren convencernos. Teniendo en cuenta que hay subvención y crédito, mucho me extrañaría que los «men in black» no se den una vueltecita por aquí, más que nada porque parte del dinero lo ponen ellos.

 

Fuente: diariodealmeria.es

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