herencias.
Aceptar una herencia, aún superando el activo hereditario a su pasivo, podría ser no rentable. Lo venimos repitiendo hasta la saciedad (la última vez, aquí). Lo mismo que determinado tipo de propiedades, en particular la segunda residencia (más aquí): ¡tan caro podrá resultar su mantenimiento!

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Remedando un antiguo y conocido dicho, puede que la propiedad termine quedando en manos de quien la trabaja, sólo de quien es capaz de sacarle máximo rendimiento. Los demás, poco avezados y faltos de profesionalidad en este campo, habremos de contentarnos con una muy discreta propiedad: de nuestra vivienda familiar y poco más; o acaso solo de un coche. Para una gran mayoría, probablemente el inquilinato reemplazará a la vivienda en propiedad.

 

A.R. / Burgos09 de noviembre de 2014

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El elevado coste fiscal que en muchos casos supone aceptar una herencia está haciendo que el número de renuncias se dispare. De hecho, la cifra en los últimos años casi se ha duplicado. En concreto, mientras el año pasado se contabilizaron 212 y 204 en 2012, en 2008 hubo ‘sólo’ 117, según los datos facilitados por el Colegio Notarial de Castilla y León.
A este respecto, el notario Francisco Daura asegura que efectivamente las renuncias, que antes casi eran un «documento anecdótico»,  han aumentado «notablemente».
La crisis es la principal razón que explica esta tendencia. «La causa principal de las renuncias está en la herencia que tiene cargas hipotecarias o avales no resueltos. El heredero, si no dice nada, responde con sus propios bienes pero la manera de evitarlo, es repudiar la herencia», añade Daura, también vocal primero del Colegio Notarial de Castilla y León.
La renuncia a la herencia es un procedimiento muy sencillo y muy barato. A partir de ese momento, se busca al siguiente heredero de la herencia y, en caso de que no lo quiera nadie, pasa a manos del Estado. «Así finalizan la mayoría de los procesos de renuncia de herencia», comenta Daura.
El impuesto que se paga por este trámite también tiene una importante incidencia en las renuncias. «Por la legítima [porción de la herencia de que el testador no puede disponer libremente, por asignarla la ley a determinados herederos], la herencia se fragmenta mucho y el impuesto es alto. Si a ello le unimos que en ocasiones el heredero tiene que venir de fuera, afrontar gastos,  hacer las declaraciones… al final, muchos optan por no venir», agrega este experto.
Ambos factores, la crisis y el impuesto, confluyen en muchos de los casos. «De hecho, se da la circunstancia de que hay gente que hereda patrimonio pero no tiene liquidez. Y si a eso le sumas lo que tiene que pagar en concepto de impuestos, pues no lo acepta», explica Daura. Es el caso por ejemplo de un hijo que hereda dos pisos pero no tiene dinero. «Lo que en una situación teórica sería maravilloso -no tengo casa, por lo que me quedo con un piso y alquilo el otro-, al final se convierte en un problema porque malvendes los dos para pagar los impuestos», puntualiza.
Pero hay más. En ocasiones, el pago de este tributo exige pedir un crédito avalado por el propio inmueble heredado y no hay que olvidar que actualmente los bancos han endurecido sus condiciones para concederlos. Yeso sin olvidar que estamos pagando por bienes por los que previamente ya se han pagado otros impuestos.

 

¿Todos somos iguales?

 

El hecho de que en España cada comunidad autónoma gestione el Impuesto de Sucesiones y Donaciones hace que el principio de que todos somos iguales ante la ley sea una quimera. Y esta situación genera agravios comparativos entre ciudadanos españoles dependiendo del lugar donde residan. En este sentido, hay que tener en cuenta que en las sucesiones se tiene en cuenta el domicilio del fallecido y en las donaciones, el lugar del inmueble.
A este respecto, las que se pueden considerar regiones ‘más beneficiosas’ para el ciudadano son Madrid, Logroño, Baleares, Navarra y Cantabria. Un ejemplo. Según un estudio elaborado por el Consejo General de Economistas, un andaluz  de 30 años que acaba de recibir una herencia de 800.000 euros de su difunto padre, de los cuales 200.000 euros corresponden al valor de la vivienda del fallecido, tendría que abonar por el impuesto de Sucesiones y Donaciones 164.049 euros. Sin embargo, si el heredero fuese gallego pagaría tres veces menos: 55.180 euros y si fuera de Madrid, la cantidad descendería hasta los 1.586 euros.

 

Un tipo mínimo

 

En este mismo sentido, cabe señalar que en la reforma fiscal elaborada por la comisión de expertos designada por el Gobierno de Rajoy figura la propuesta de que el impuesto de Sucesiones y Donaciones se «ordene» entre las comunidades, establecimiento un tipo mínimo para evitar la competencia fiscal. Esta propuesta eliminaría los contrastes entre regiones fijando unos tipos mínimos en todo el territorio nacional que sólo discriminarían en función del grado de parentesco.
De acuerdo con esta idea, Francisco Daura es claro:«Una cosa es que el impuesto lo cobre y lo gestione la autonomía y otra que el tipo del impuesto sea en cada región lo que les parece cada año». En Castilla y León, por ejemplo, el 1 de enero de 2008 la Junta decidió incorporar una bonificación del 99 por ciento en las operaciones entre descendientes y cónyuges. Gracias a ello, los pagos que tenían que realizar los donantes y receptores eran mínimos y era una forma sencilla y económica de traspasar las propiedades. Sin embargo, con el objetivo de incrementar sus ingresos durante la crisis, en octubre de 2012 el Ejecutivo de Herrera anunció que recuperaría el tributo a partir de 2013.  Ello se tradujo en un desplome de las donaciones.
Por ello, junto a la «desigualdad por razón de territorio», Daura critica también que se cambien las leyes con demasiada frecuencia. «Esto va contra la seguridad jurídica y contra la igualdad», matiza.
Finalmente, este profesional, vocal primero del Colegio Notarial de Castilla y León, lamenta también que la excesiva presión fiscal esté impidiendo la dinamización de la actividad económica.

 

Fuente: diariodeburgos.es

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