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El pontevedrés no fue consciente cuando firmó con la huella dactilar un poder notarial en favor de la que era su esposa

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López Penide – 23 de octubre de 2014

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«Non podo nin comprar unha lavadora. Non son quen de financiala con ninguén». La vida de Marcos Gregorio Leins, un vecino de Cerponzóns de 40 años recién cumplidos, cambió drásticamente el 16 de julio del 2007. Un brutal accidente le provocó lesiones y un daño neurológico que le sumieron, inicialmente, en un coma profundo y, posteriormente, en un coma vigil.

Hasta ese momento era un empresario de la construcción especializado en obra pública con una quincena de trabajadores a su cargo y numerosos vehículos y maquinaria. Siete años después, todo se ha evaporado: «A que fora a miña muller vendeuno todo», lamenta, al tiempo que se muestra convencido que «deronme por morto. Pensaron que non ía saír adiante».

Mientras estaba hospitalizado, un notario, a instancia de su por entonces esposa, se desplazó hasta la habitación que ocupaba en la unidad de daño cerebral de La Merced para suscribir un poder a favor de esta última. El notario certificó que, no solo el pontevedrés prestó «su consentimiento libremente», sino que, además, tenía «capacidad legal bastante para otorgar este poder».

Eso sí, a pesar de todo esto, Marcos firmó con su huella dactilar. Y un doctor, mediante un informe elaborado apenas unos días después de la visita del notario, concluyó que «no se considera que tenga capacidad para decisión sobre temas importantes».

Con este poder bajo el brazo, se realizaron compras de material, se vendió la maquinaria de la empresa, se suscribieron créditos, se deshicieron de terrenos y se contrataron una decena de líneas de telefonía móvil, y de las indemnizaciones del seguro -entre dieciocho y veinte mil euros por el del coche y cerca de treinta mil euros por una de accidentes- nunca más supo. En la actualidad, y con una pensión de 685 euros, de los que 270 son para la manutención de sus dos hijas, sigue recibiendo requerimientos de pago.

Marcos no fue consciente de ninguno de estos movimientos ni siquiera cuando, tras cerca de año y medio de hospitalización y concluida la rehabilitación, su exmujer propuso ir a casa de los padres del pontevedrés. «Unha vez alí, díxome que se ía. Non volvín a saber dela ata máis dun mes e medio despois cando chegaron unha morea de papeis, era o divorcio. Firmeino pero non sabía o que estaba facendo», apunta.

Poco a poco, fue evolucionando en su recuperación, lo que le permitió percatarse de que «desfixeranme a vida completamente». A día de hoy, asegura desconocer los motivos por los que su exmujer actuó como lo hizo, pero tampoco le quita el sueño: «Nin o sei, nin tampouco quero sabelo. Agora simplemente quero o que era meu. Non pido máis».

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Sentencias a favor

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Los tribunales ya le han dado la razón al declarar nulo el poder. No obstante, se estimó que debía seguir respondiendo de las operaciones comerciales suscritas durante su convalecencia. Eso sí, le han dejado la puerta abierta para que inicie acciones legales contra la que fue su mujer y el hermano de esta para recuperar el dinero.

Asimismo, un juez de lo Penal, en una sentencia que es firme, ha condenado a su cuñado y a su suegro a penas de prisión por estafa, en el caso del primero, y falsedad en documento mercantil, en el supuesto del segundo. Si a este último le impusieron un año y nueve meses por las líneas de telefonía, a su progenitor le cayó un año por una transacción vinculada con unos terrenos de los que eras copropietarios Marcos y su expareja.

Este recibió de su padre en donación una parcela. Con la intención de poder edificar en ella, adquirió otras fincas contiguas y llevó a cabo una unificación «conforme é indivisible». Dado que estaba casado en gananciales, lo que inicialmente era privativo -la finca de su padre- pasó a ser ganancial. En septiembre del 2008, su mujer, «sin conocimiento ni consentimiento de su esposo» y «en connivencia» con su progenitor, acudió al mismo notario que suscribió el poder para hacer efectiva una «escritura de dación en pago de la finca a su padre». Para amparar este movimiento, se simuló una deuda que «nunca existió» y cuyo importe coincidía, curiosamente, «con el valor de la finca».

Marcos no arroja la toalla. Mientras mantiene la lucha para demostrar que él no es responsable de las operaciones que realizó su exesposa y sus allegados, se ha embarcado en otra batalla, la de que le reconozcan «os mesmos dereitos que ela sobre as nosas fillas», de 7 y 13 años. Explica que, en el momento de firmar los papeles del divorcio, no tenía capacidad para entender lo que en ellos se decía, por lo que, a través de su abogada, ha instado un procedimiento judicial para modificar las condiciones inicialmente establecidas y poder disfrutar más tiempo de las pequeñas.

«Se fago unha vaquerada, seguro que a min aprétanme no aire», sostiene, al tiempo que reconoce que lo que le da fuerzas para continuar son sus hijas y una paciencia a prueba de bombas.

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Fuente: lavozdegalicia.es

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