Dulceida en un evento de H&M. GTRES

Esta semana se ha convertido en la española con más followers. Su madre dejó su trabajo para dedicarse al ‘universo Dulceida’.

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Dos millones. Con esta cifra, Aida Domenech (27), más conocida como Dulceida, se ha convertido en la influencer española con más seguidores en Instagram. Unos followers con los que Dulceida ha creado un universo etiquetado a golpe de hashtag. Tiene un festival (#dulceweekend), cuando se mudó a su casa lo contó en #dulcehome, su pandilla de amigos son #dulcesquad… Y así, hasta coronar los dos millones de seguidores que confirman el triunfo personal y económico de una chica que jamás pisó la Universidad.

Su trabajo como influencer empezó con un blog en 2008 y provocó que Anna Pascual, su madre, también con Instagram propio y con 72.000 seguidores, dejara su trabajo y apostara por su hija, como ha explicado en conversación con La Otra Crónica. Pascual está al frente de la sociedad limitada DulceWeekend S.L, desde donde factura y organiza el universo de su hija: coordina el festival de moda y música que organizan con Rimmel London, los ingresos deDulceida Shop y la partida de In Management Agency, una agencia de representación de influencers que se estrenó en febrero de este mismo año y que, a criterio de Pascual, «va bien».

Eso sí, de lo que Dulceida se embolsa gracias a fiestas, eventos, photocalls y, cómo no, Instagram, Pascual prefiere no aportar datos. «No te puedo dar cifras exactas. Lo sí que te puedo afirmar es que 10.000 euros por post no los ha cobrado mi hija en la vida. Eso es una exageración», aclara: «Lo que se le paga a ella no son cantidades desorbitadas«, sostiene una fuente del sector que la ha contratado en ocasiones. «Por ejemplo, en mi caso, le pagué 5.000 euros». Otro experto en la materia, que también ha trabajado con Aida, asegura que su caché se sitúa entre los 1.000 y 3.000 euros por compartir una marca en Instagram, 4.000 por evento más foto y 6.000 euros si pincha. Y advierte: «Se le paga eso porque es rentable. La marca obtendrá beneficios».

‘Influencer’, ¿Un trabajo?

Que no dan un palo al agua o que viven de hacerse fotos, colgarlas en la Red, recibir regalos e ir de fiesta. Pascual, que ha escuchado estas críticas a su hija muchas veces, responde: «Le guste o no a la gente, ésto es un trabajo. No todo es viajar y ya». Y añade: «Muchas veces, estás en una ciudad dos horas. Otras, un día. Y tienes que ir al evento, hacerte fotos, promocionar la marca. A lo mejor, te quedas en tu habitación de hotel seleccionando y subiendo fotos hasta las tres de la mañana. Y a las siete te levantan porque tienes que hacer otra cosa».

Rocío Baamonde, Digital Manager de Ron Barceló, ha contado con Dulceida durante cuatro ediciones del crucero Desalia, una fiesta en alta mar organizada por la marca de alcohol y en la que, esta pasada edición, Aida Domenech salió mal parada. Al parecer, ella, que fue la DJ contratada, aterrizó recién llegada de Estados Unidos, concretamente del Festival Coachella. Después del largo viaje, se encontró un panorama en el que decenas de seguidores le pedían selfies. Pero ella no se hizo fotos con ninguno. Y claro, cuando se puso a pinchar, fueron muchos los que la abuchearon. Pese a esto, Baamonde está encantada con ella. «Los valores que han llevado a Dulceida a la cima son la cercanía, su forma de vivir la vida y la amistad. Que disfruta del ahora pero a la misma vez tiene los pies en la tierra«, destaca la Digital Manger. Por su parte, para Pascual, lo más reseñable de su hija como it girl son la naturalidad y frescura con la que, según ella, se desenvuelve. «No siempre está vendiendo en Instagram. Y no vende todo. Hay que influir en toda serie de cosas. No sólo en ropa, también en valores. Y ella lo consigue».

Una ‘it-girl’- sin estudios

Una de las muchas polémicas que ha protagonizado Dulceida arrancó la noche del 13 de marzo. En frente de Aida, Risto Mejide. En una entrevista, la catalana confesó que no. Que nunca acabó la ESO. «Esa entrevista fue un fallo», explica la madre de Aida a este suplemento. «Terminó la ESO. Pero le quedaron dos asignaturas. Luego se fue a Madrid e hizo dos años de interpretación en una escuela que le costeamos sus padres«. En el 2008, Dulceida comenzó su faceta de blogguer. Hasta hoy. Al principio, «se lo pagaba todo ella», con el sueldo que ganaba como dependienta en el Zara de Argüelles, según ha podido saber LOC.

Nueve años después, el éxito de Dulceida ha sido tal que ahora está metida en la empresa de la influencercasi toda la familia, la novia y algún amigo. Se hacen llamar la #dulcesquad y acuden juntos a numerosas fiestas y eventos. Lidera esta pandilla Anna Pascual, sobre todo en lo que a cuestiones económicas se refiere-. Le siguen, Alba Paul, esposa y acompañante asidua de Dulceida; y Alex Domenech, hermano pequeño de la influencer patria, youtuber, instagramer y que, al igual que Aidadecidió no estudiar. «Si contratamos a Dulceida para un evento y ella quiere llevar acompañante se le permite porque así ella va a estar más cómoda, pero nunca hemos pagado a Alba«, cuenta Baamonde. La última incorporación a la familia es Gigi Vivesinfluencer de Barcelona y novia de Álex.

Parece que todo el mundo que rodea a la de Barcelona se ha subido al carro del universo it girls and boys«Yo tenía un cargo bastante importante en una multinacional energética. Me dedicaba a él de lunes a viernes y los fines de semana le llevaba la contabilidad a mi hija (Aida empezó su blog en 2008, pero Anna no recuerda bien cuando comenzó a generar dinero)», reitera la matriarca de la #Dulcesquad: «Lo dejé todo». A la vez que sentencia que no, que con ésto de los dos millones de seguidores en Instagram ellos no son multimillonarios ni muchos menos, sino «una familia normal a la que le va bien» y a la que ahora los fans persiguen para hacerse selfies. «La exposición pública la llevo bien». Eso sí: «Me molesta que nos intenten fotografiar cuando estamos en un restaurante. A mí también me gusta comer caliente«.

Es precisamente por lo de fotografiarse por lo que más críticas ha recibido Dulceida. Este verano anunció que durante su estancia en Menorca -a bordo de un barco con madre, mujer, hermano y cuñada y con todo perfectamente patrocinado en Instagram- no se iba a hacer fotos con nadie porque «quería descansar e iría con unas pintas importantes» e Instagram se le echó encima. En un reportaje de S Moda sobre el fenómeno influencer se negó a aparecer porque pidió ser la portada de la revista. También le llovieron palos por posar con una camisa made in Dulceida Shop. La prenda llevaba impresa la palabra feminist y le reprocharon que, «el feminismo no se vende«.

Con fecha de caducidad

Más allá de Dulceida, el boom de los influencers es innegable. Agencias de comunicación abren departamentos dedicados sólo a ellos. Sin embargo, ¿es algo puntual o han venido para quedarse? Pelayo Santos, influencer marketing manáger de Globally destaca que el problema de los jóvenes con más de un millón de seguidores, como es el caso de Dulceida, es que «las firmas hoy prefieren trabajar con perfiles con muchos menos seguidorespara dirigirse a un target más reducido». Y añade: «El sector acabará prostituido. Están apareciendo muchos. Habrá una selección natural y sobrevivirán las mejores«.

Víctimas de ésto han sido los primeros influyentes, aquellos que triunfaron en la época de los blogs y que ya no tienen éxito «por no saber adaptarse a Instagram«, argumenta Pascual. Porque ahora, este escaparate y YouTube son lo que cuentan. Es el caso de Gala González, Isasaweis, Cup of Couple, Isameicap, Lady Addict o La chica del pastel. Blogueras que triunfaban. Que allá por el año 2010 estaban en todos lados pero de las que hoy no todo el mundo se acuerda. Pocos superan los 300.000 seguidores en Instagram. «El blog ha muerto. Ya nadie lee«, asevera Pelayo.

Pero Dulceida ha sobrevivido. Ha sabido adaptarse. En su blog aprendió que mezclar post personales con los de moda daba visitas. Contó su operación de pecho. Con los blogs obsoletos apareció en Instagram y YouTube, donde habló de su identidad sexual y de su boda. Y ha pasado de ser un anuncio a crear su marca.

Fuente: elmundo.es

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