«Familia desestructurada sin padre y con una madre bohemia que acaba en la cárcel; su hijo con cuatro años mendiga y roba en las calles»: podría ser la infancia de Al Capone y, en cambio, es la de uno de los seres más inteligentes y bondadosos que he conocido. Nobel de Medicina, sí, pero créanme que en él no es lo más importante. Su franca sonrisa, su talento, su optimismo y su incapacidad de hablar mal, incluso de los granjeros que yo – más cínico- diría que le abandonaron por dinero, hacen de Capecchi uno de los personajes que han pasado por La Contra que, de paso, han cambiado mi vida. Tras conocerle, me lo pensaré dos veces antes de quejarme de mi mala suerte o de hablar mal de alguien (Lluis Amiguet, La Vanguardia-La Contra, 27.05.2008)
.
Mario Capecchi (Italia, 1937) es un genetista molecular italo-estadounidense, ganador del Premio Nobel de Fisiología o Medicina en 2007 junto a Oliver Smithies y Martin Evans. Actualmente es profesor de Genética Humana y Biología en la Escuela de Medicina de la Universidad de Utah.
.
.
Es difícil imaginar una infancia tan difícil y una temprana juventud más «freaky»:
.
_ Con apenas cuatro años y medio, Mario -que vivía en Verona- tuvo que buscarse la vida en la calle, por su cuenta, al más puro estilo Oliver Twist.
Al poco de nacer, su padre se alista en las fuerzas italianas que combatían en África durante la Segunda Guerra Mundial. Temiendo por el futuro de la madre del pequeño, de origen norteamericano, poetisa y profesora de La Sorbona, deja dinero a una familia de campesinos para que cuidasen de su hijo en el caso de que la madre fuese encarcelada. Efectivamente, en 1940, arrestaron a la madre de Capecchi y la llevaron al Campo de concentración de Dachau, y al niño lo dejaron al cuidado de la familia de campesinos. Al acabarse el dinero, un año después, abandonan a Capecchi en la calle y sobrevive en ésta durante varios años, sumándose a pandillas juveniles italianas. En 1946 enfermó de tifus y fue internado en un hospital de Reggio Emilia. Allí lo encuentra su madre, que había sobrevivido a un campo de concentración y sido liberada un año antes.
.
_ A los 9 años de edad su madre, a quien daba por muerta y acababa de ser liberada del campo de concentración de Dachau (nunca se recuperaría písquicamente de lo que allí padeció), logra localizarle en un hospital de la ciudad de Reggio Emilia. Padecía titufs y habría muerto si no es porque un buen samaritano lo recogió de la calle y lo ingreso en dicho hospital, pudiendo ser tratado a tiempo por los médicos.
Su madre nunca volvió a ser la misma. Según Capecchi, vivió toda su vida alejada de la realidad «mundo de imaginación» y es por ello que tuvieron que ser su tío Edward y su mujer los que se hicieran cargo de él.
.
_ Después de su asombroso reencuentro, madre e hijo se mudaron a Roma. Gracias al dinero que les envió el hermano de su madre, pudieron hacerse con unos pasajes de barco para Estados Unidos. Al cabo de unos días partían del puerto de Nápoles rumbo a Nueva York. Capecchi recuerda como a las pocas horas de su llegada a Ellis Island, ya estaban subidos a un tren con su tío Edward con dirección a Princeton, donde vivía la familia, y al día siguiente ya estaba asistiendo a clase, aunque no tenía ni idea de inglés. Más tarde madre e hijo, se mudarían con la familia de su hermano a Ben Gweled, una pequeña comunidad “colaborativa” de Pennsylvania, algo así como una comuna cuáquera, de la que su tío había sido cofundador, en la que viviría hasta cumplir los 18. Capecchi valora la experiencia como positiva y cree que le ayudó a adquirir una cierta consciencia social difícil de encontrar en un tiempo en el que en Estados Unidos el imperaba en el individualismo.
«My aunt and uncle were Quakers and they did not support violence as solutions to political problems anywhere in the world. During World War II, my uncle did alternative service rather than bear arms. He worked in a mental institution in New Hampshire, cleared swamps in the south, and was a guinea pig for the development of vaccines against tropical diseases. After the war he settled in a commune in Pennsylvania, called Bryn Gweled, which he helped found. People of all races and religious affiliations were welcomed in this community. It was a marvelous place for children: it contained thick woods for exploration and had communal activities of all kinds – painting, dance, theater, sports, electronics, and many sessions devoted to the discussion of the major religious philosophies of the world. Every week there were communal work parties, putting in roads, phone lines, and electrical lines, building a community center and so on.
The contrast between living primarily alone in the streets of Italy and living in an intensely cooperative and supportive community in Pennsylvania was enormous» (Autobiography)
.
¿El resultado? M. Capecchi es un sujeto atípico, con unas características hoy poco acostumbradas:
__ Trabajo en equipo, pero con responsabilidades diferenciadas. Y sin subcontratación.
«Mi estilo es personal, pero en equipo, un equipo pequeño. Jamás subcontrato un trabajo: todo lo hacemos nosotros en nuestro laboratorio«.
– ¿Por qué?
«Nadie hace mejor un trabajo que quien lo desea. El éxito investigador depende a menudo de pequeñísimos detalles: alguien que hace sólo una parte, sólo por dinero y por encargo no lo va a hacer tan bien como tú«
– Doctor: se ha cargado el outsourcing.
Lo que queda de verdad es el trabajo personal, vocacional y artesano. Ahora empiezo un proyecto para los próximos veinte años, pero nunca olvido que los descubrimientos siempre se producen por casualidad… si trabajas lo suficiente para provocarla» (La Vanguardia–La Contra, 27.05.2008)
.
__ «Yo nunca digo que algo es imposible«. Mi tía, la persona que me crió, siempre me decía: «Lo difícil se puede hacer inmediatamente; lo imposible lleva algo más de tiempo».
The National Institutes of Health has long funded Capecchi’s and Smithies’s research, but not always. In 1980, it rejected Capecchi’s grant application for experiments on the feasibility of gene targeting, deeming them unlikely to succeed and «not worthy of pursuit,» Capecchi recalled in a 1996 speech. He pressed ahead anyway.
Al que algo / mucho quiera, algo / mucho le ha de costar. Y bien, ¿cuanto quieres? ¿cuanto estás tú dispuesto a pagar?
«Mario has a strong, independent mind and a willingness to pursue good ideas and important projects despite adversity,» said Ray White, a professor of neurology at the University of California at San Francisco who was a colleague of Capecchi’s for two decades as they worked independently on mouse and human genetics. «There was real opposition to his ideas and disbelief that his approach would be fruitful,» he said (The Washington Post).
__ «Yo les enseño a mis alumnos a ser pacientes. Les digo que en vez de pasar tanto tiempo pensando en algo, es mucho mejor ir y hacerlo. No hay que darle tantas vueltas. Hay que empezar por algo. Pero para eso hay que tener un plan, una idea de hacia donde quiere uno ir. Y desearlo mucho.
__ Lo que queda de verdad es el trabajo personal, vocacional y artesano. Ahora empiezo un proyecto para los próximos veinte años, pero nunca olvido que los descubrimientos siempre se producen por casualidad… si trabajas lo suficiente para provocarla» (La Vanguardia–La Contra, 27.05.2008)
Ensayo y error, ensayo y error… Ensayo y ¡eureka! Puede que lo que encuentres no sea exactamente lo que buscabas. En todo caso, no lo dudes, el trabajo bien hecho y la constancia dan fruto. Y satisfacción.
__ Ahora hay como una sensación de que la gratificación tiene que ser inmediata. La gratificación es algo que lleva mucho tiempo, esfuerzo, dedicación y paciencia.
Como el deporte, el trabajo duro, serio y constante al principio cuesta pero pronto genera entretenimiento, su propia «endorfina», terminando por resultar en sí mismo gratificante. Es la sensación de «cansado, pero contento».
__ Espíritu de superación y perseverancia. Ante la ausencia de todo tipo de esperanza, la voluntad de sobrevivir.
Capecchi dice que muchos piensan que es un cabeza dura, pero él se define como una persona «persistente» y «un buscavida». «En la calle usted sólo depende de usted mismo para lograr algo —agregó—. Y eso es esencialmente lo que es necesario hacer en la ciencia«.
Recientemente cuando le preguntaron si su infancia le había permitido tener confianza en sí mismo o había alimentado su imaginación, dos cualidades muy importantes para un científico, Capecchi respondió: «Cuando miro para atrás lo que me maravilla es la persistencia de un pequeño. Ante la ausencia de todo tipo de esperanza, la voluntad de sobrevivir persistió«.
__ Harvard no, Utah: «Necesitaba un lugar tranquilo para poder hacerme preguntas de largo alcance. Si quieres ir lejos, te has de plantear objetivos que rocen la ciencia-ficción y luego preguntarte cómo los vas a hacer posibles»
Pese a haberse graduado en Física en Harvard, de haberse doctorado en Bioquímica bajo la dirección del Nobel James Watson y haber ganado una plaza de profesor en este selecto club, prefirió irse a la soledad de las montañas Rocosas, a la Universidad de Utah.
Mr Capecchi spent six years at Harvard, only to conclude that the pressure to come up with quick research results was too great. The University of Utah provided a more relaxed atmosphere, «where you could work on projects whose outcome may take 10 years». He has been there ever since (The Independent)
En 1973, Capecchi abandonó la renombrada Universidad de Harvard en Boston y se mudó con su mujer y su hija a las Montañas Rocosas. Continuó su investigación en la Universidad de Utah, en la metrópolis mormona de Salt Lake City. Hasta hace poco tiempo, Capecchi recorría diariamente desde la universidad varios kilómetros hasta la montaña. Allí se encuentra su casa, solitaria y alejada, a la que sólo se puede llegar a pie. ‘Desde el estacionamiento hasta la puerta de mi casa alrededor de un kilómetro derecho hacia arriba‘, indicó. Para ello podemos calzarnos los esquíes delante de la puerta de nuestra casa y bajar rápidamente la pendiente‘, se entusiasma. Entretanto, el matrimonio Capecchi también tiene una casa en Salt Lake City, pero los fines de semana regresa a la naturaleza. ‘Justo ayer (el domingo antes de conocerse la noticia del premio) estuvimos allí arriba en medio de la nieve‘, relató el científico, que el sábado 6 de octubre festejó su 60 cumpleaños. Sin embargo, también se mantiene en forma en la ciudad: ‘Corro y entreno todos los días‘ (www.dw.de).
¿Mens sana in corpore sano?
__ Contra toda apariencia, de lo peor puede salir lo mejor.
«For reasons that have never been clear to me, my mother’s money ran out after one year and, at age 4½, I set off on my own. I headed south, sometimes living in the streets, sometimes joining gangs of other homeless children, sometimes living in orphanages, and most of the time being hungry. My recollections of those four years are vivid but not continuous, rather like a series of snapshots. Some of them are brutal beyond description, others more palatable…
In my own case, what I saw was that, despite the complete absence of an early nurturing environment, the intrinsic drive to make a difference in our world is not easily quenched and that given an opportunity, early handicaps can be overcome and dreams achieved. This was intended as a message of hope for those who have struggled early in their lives» (Autobiography)
«Los niños son muy resistentes y muy flexibles. Ocurra lo que ocurra, tienen que aceptar lo que les llega porque no tienen referentes, así que actúan lo mejor que pueden. Y los que salen con éxito son aquellos que están vivos; se trata de un grupo muy selecto...» (elpais.com)
__ Nunca deja comida en el plato. Evitar todo tipo de penalidades a los hijos acaso no sea lo que más les convenga.
«Esta experiencia… me ha dado autosuficiencia y confianza en mí mismo. Y un sentido de la vida. Yo siempre me termino la comida que hay en el plato, porque durante un tiempo tener un poco de comida en el plato era un lujo. Me preocupan mucho este tipo de cosas. Por ejemplo, a mi hija la quiero mucho, quiero mimarla y darle todo lo que necesite, pero puede que eso no sea lo mejor para ella» (elpais.com)
.
& & &
.
En suma, Mario Capecchi, todo un referente. Irradia bienestar, una inmanente sonrisa. Para terminar, he aquí otras reflexiones que su personalidad nos sugiere:
.
– Probablemente un niño sea de goma, arcilla manipulable al gusto de las personas y circunstancias que lo moldean; de ahí la responsabilidad de cuantos con él se relacionan -particularmente, padres y educadores-.
,
– “No queda claro si las experiencias de mi infancia ha contribuido a mis éxitos o si estos logros han sido obtenidos a pesar de ellas”, respondió Capecchi en 1996 en Japón al recoger el premio Kyoto en Ciencia Básica. En cualquier caso queda claro que las apariencias engañan y que ni siquiera la circunstancia más adversa ha de impedirnos remontar. Nunca es tarde. Ni siquiera para el que no posee otra ciencia que la de la calle. No son las circunstancias sino tú quien decides qué haces con tu vida. Y bien, ¿qué decides? ¿Al Capone o Capecchi?
No se trata de hacer grandes cosas, pues pocos son aquellos a los que se encomiendan hazañas. En cambio, todos, absolutamente todos, estamos llamados a vaciarnos con nuestro trabajo en provecho de los demás. Y no por mera filantropía. A poco que lo reflexiones, acaso termines conviniendo conmigo que sólo el trabajo bien hecho resulta in extremis gratificante. Uno, y no sólo los demás, termina sufriendo las consecuencias de las malas caras, del propio -y ajeno- mal humor y reconcomio. Así que, ya lo sabes, «hagas lo que hagas, hazlo bien«.
Demorar la decisión, pasar por la vida sin más, sin exprimir nuestro potencial, ha de conducirnos necesariamente a la irreflexión. No ha de extrañar que, dado su escaso compromiso -coste o precio-, nos conduzca a una vida de escasa calidad, intranscendente y anodina.
[youtube_sc url=»https://www.youtube.com/watch?v=JcAO5M5cWvM»]