DE LA GUERRA Y EL PUEBLO GUERRERO – Nietzsche

 
No queremos que con nosotros sean indulgentes nuestros mejores enemigos, ni tampoco aquellos a quienes amamos a fondo. ¡Por ello dejadme que os diga la verdad!
¡Hermanos míos en la guerra! Yo os amo a fondo, yo soy y he sido vuestro igual. Y yo soy también vuestro mejor enemigo. ¡Por ello dejadme que os diga la verdad!
Yo sé del odio y de la envidia de vuestro corazón. No sois bastante grandes para no conocer odio y envidia. ¡Sed, pues, bastante grandes para no avergonzaros de ellos!
Y si no podéis ser santos del conocimiento, sed al menos guerreros de él. Éstos son los acompañantes y los precursores de tal santidad.
Veo muchos soldados: ¡muchos guerreros es lo que quisiera yo ver! «Uni-forme» se llama lo que llevan puesto: ¡ojalá no sea un¡-formidad lo que con ello encubren!
Debéis ser de aquellos cuyos ojos buscan siempre un enemigo –vuestro enemigo. Y en algunos de vosotros hay un odio a primera vista.
¡Debéis buscar vuestro enemigo, debéis hacer vuestra guerra, y hacerla por vuestros pensamientos! ¡Y si vuestro pensamiento sucumbe, vuestra honestidad debe cantar victoria a causa de ello!
Debéis amar la paz como medio para nuevas guerras. Y la paz corta más que la larga.
A vosotros no os aconsejo el trabajo, sino la lucha. A vosotros no os aconsejo la paz, sino la victoria. ¡Sea vuestro trabajo una lucha, sea vuestra paz una victoria!
Sólo se puede estar callado y tranquilo cuando se tiene una flecha y un arco: de lo contrario, se charla y se disputa. ¡Sea vuestra paz una victoria!
¿Vosotros decís que la buena causa es la que santifica incluso la guerra? Yo os digo: la buena guerra es la que santifica toda causa.
La guerra y el valor han hecho más cosas grandes que el amor al prójimo. No vuestra compasión, sino vuestra valentía es la que ha salvado hasta ahora a quienes se hallaban en peligro.
«¿Qué es bueno?», preguntáis. Ser valiente es bueno. Dejad que las niñas pequeñas digan: «ser bueno es ser bonito y a la vez conmovedor».
Se dice que no tenéis corazón: pero vuestro corazón es auténtico, y yo amo el pudor de vuestra cordialidad. Vosotros os avergonzáis de vuestra pleamar, y otros se avergüenzan de su bajamar.
¿Sois feos? ¡Bien, hermanos míos! ¡Envolveos en lo sublime, que es el manto de lo feo!
Y si vuestra alma se hace grande, también se vuelve altanera, y en vuestra sublimidad hay maldad. Yo os conozco.
En la maldad el altanero se encuentra con el debilucho. Pero se malentienden recíprocamente. Yo os conozco.
Sólo os es lícito tener enemigos que haya que odiar, pero no enemigos para despreciar.
Es necesario que estéis orgullosos de vuestro enemigo: entonces los éxitos de él son también vuestros éxitos.
Rebelión – ésa es la nobleza en el esclavo. ¡Sea vuestra nobleza obediencia! ¡Vuestro propio mandar sea un obedecer!
«Tú debes» le suena a un buen guerrero más agradable que «yo quiero», y a todo lo que os es amado debéis dejarle que primero os mande.
¡Sea vuestro amor a la vida amor a vuestra esperanza más alta: y sea vuestra esperanza más alta el pensamiento más alto de la vida!
Pero debéis permitir que yo os ordene vuestro pensamiento más alto – y dice así: el hombre es algo que debe ser superado.
¡Vivid, pues, vuestra vida de obediencia y de guerra! ¡Qué importa vivir mucho tiempo! ¡Qué guerrero quiere ser tratado con indulgencia!
¡Yo no os trato con indulgencia, yo os amo a fondo, hermanos míos en la guerra! –
Así habló Zaratustra.

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De sobra sé que a los niños se les instrumentaliza. Y que se trata de un vídeo propagandístico. ¿Será no obstante posible trascender, ver más allá?

En toda guerra hay buenos, normalmente los vencedores, y malos, a saber, los vencidos. ¿Sabrías decirme quiénes son los buenos y quienes los malos en la guerra de Siria? ¿Seguro? La bandera que en el vídeo sale, ¿es la siria o la palestina? ¿Y si te dijera que los insurgentes, pese a sus carencias y brutalidad, probablemente sean más afines a «tus» intereses?  En esta aldea global, pensar -decidir- que aquí, allá o acullá careces de intereses implicaría tomar partido… a favor de tu adversario. Claro que, por otra parte, siempre se ha dicho que los asuntos internos de un país a él sólo competen. ¡Qué lío, verdad! Lo dicho, tú decides.

En la actual guerra de Iraq, causalidades de la vida, ocurriría prácticamente lo mismo: ¿seguro de que estás a favor del poder establecido, a pesar de que es apoyado -ahora ya abiertamente- por Irán?

Kurdos y sunnitas lograron evitar -falta de quorum- que el Parlamento iraquí declarase el estado de emergencia nacional. Y ello a pesar de que, ya entonces, los rebeldes se encontraban aproximadamente a cien kilómetros de la capital. ¿Por qué? Más aquí.

Para el rey Abdullah de Arabia Saudí, el presidente de Iraq sería «un agente iraní». En su opinión, Nur -Al-Malik Maliki habría abierto la puerta para la influencia de Irán sobre Iraq (más aquí): sunnitas (Araba Saudí) contra chiítas (Irán). Imperios en pugna por ampliar/defender su zona de influencia: USA, Rusia (Tartus) e Irán.

¿Por qué será que en las guerras los malos, pese a ser malos, están tan convencidos como los buenos de que merece la pena morir por la causa? ¿Y por qué el contendiente débil tiende a escurrirse entre la población civil y en ocasiones al terror?  Estrategia, se dirá: ¿quién sin estrategia ganaría una guerra? Aquello de «el fin no justifica los medios» sería un lujo, un apriori fijado en favor del status quo… 

En tiempos prebélicos gran número de libertades se ven suspendidas (cfra. arts. 55 y 116 CE). Entre ellas, la libertad de expresión; pues con toda probabilidad, si el  enemigo pudiese exponer su punto de vista, la opinión pública sufriría división.

Por la propia inercia de las cosas, y porque difícilmente nadie cederá libremente su «modus vivendi» a otro teniendo serias posibilidades de retenerlo, resulta lógico que todo poder establecido se defienda frente al nuevo orden que acaso, vía revolución, pugna por imponer sus propias -nuevas- reglas; reglas que, sin llegan a triunfar, tan legales -positivas- resultarán como las de antaño.

Las imágenes de crueldad proliferan en internet: un rebelde sacando el corazón a un soldado, supuestos islamistas ejecutando a once hombres a sangre fría… Un horror, coincidiremos todos. Ejecutante, ejecutado o asistente -ingrávido- a la ejecución. Piénsalo bien: llegado el caso, ¿qué puesto preferirías ocupar? He aquí donde retorno al punto de partida.
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  • ¿Que os ha sugerido el texto transcrito de Zaratustra? ¿Fanatismo, locura o tal vez excelsitud? Probablemente, ocurra ahora como -prácticamente- con todo: por bienintencionada y concienzuda que pueda ser tu obra, siempre habrá quien la menosprecie y malbarate… ¡ y al revés !

Renunciemos a la unidad interpretativa. Nos es de todo punto imposible meternos en la cabeza que dio lugar al texto en cuestión -Nietzsche-. Todo lenguaje (verbal, escrito e incluso ejemplar) arrastra una intrínseca limitación comunicativa: «hay lo inexpresable… lo místico« (Wittgenstein); aunque sólo sea por la diversa preparación y circunstancias de quienes lo recibimos («nadie es como otro…. si dos están de acuerdo alguna vez, es por un malentendido» –Sartre-).

  • El superhombre de Nietzsche siempre me ha recordado al «hombre nuevo» de San Pablo: compromiso frente a tibieza. Preferible sería la equivocación a la inanidad; la fatigosa búsqueda a la cómoda espera. Eso sí, respetando siempre la máxima de Ulpiano: “alterum non laedere” (no dañar a otro). Pues, como decía Nietzsche, todo lo que se hace por amor, se hace más allá del bien y del mal. Ama y haz lo que quieras, en palabras de San Agustín (más aquí).
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La regla de San Benito (s. VI), luego los cistercienses (s. XI), después los franciscanos (s. XIII), con la Contrarreforma Ignacio de Loyola (s. XVI) … me pregunto si no habrá llegado el momento para impulsar otra regeneración: no social sino individual. ¿Por qué no aprovechar la oportunidad que nos brinda Nietzsche, y la extrema deshumanización de la guerra moderna, para salir de la tibieza y asumir protagonismo? Santo, héroe o superhombre, como gustes: ¿estás llamado a ser eso o del montón? Siquiera sea por amor a nuestros hijos, ¿por qué no en vez de cambiar la sociedad empezamos por transformarnos a nosotros mismos?

Si mantienes la calma cuando todos pierden la cabeza, ¿no será que no has captado la gravedad del problema? Suponiendo sea el caso, ¿por ventura encontrarte rodeado de insensatos te hará más sensato? Con los conflictos referidos tengo a veces la impresión de que nos ocurre a muchos como a los americanos con Europa: no nos sentimos concernidos y, claro está, apenas los conocemos.

«El que no pueda mandarse a sí mismo debe obedecer. ¡Y más de uno puede mandarse a si mismo, pero falta todavía mucho para que también se obedezca a sí mismo!» (Nietzsche) … ¿Tu caso y el mío?

 

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