13/12/2021

El imponente muro de ladrillo del número 50 de la calle San Jerónimo, en el centro de Granada, termina en una enorme y gruesa puerta de madera que parece sacada de un castillo medieval. Sobre las columnas salomónicas, en el frontón, se lee ‘Ilustre colegio notarial’, que es imposible pronunciar sin imaginar una voz profunda y grave, como la de un anciano de barba blanca vestido con túnica y rodeado de libros antiguos y pergaminos sellados con sangre. Antes de entrar, el cuerpo se estira y el rostro se ensombrece ante la seriedad, la frialdad y la crudeza robótica propia de los… «Venga, pasad, que os hago un truco de magia», dice un tipo sonriente mientras juguetea con una baraja de cartas entre sus manos. «Soy Emilio –se presenta–. Soy notario. Y, desde pequeñito, también soy mago».

Emilio García Alemany (Almería, 1972) se recuerda de niño, sentado frente al televisor del salón, asombrado por lo que Juan Tamariz acababa de hacer sobre el tapete verde. «A mi padre le gustaba también, pero resultó que el que se puso a estudiar libros de magia fui yo –explica–. Y cuando llegaban los cumpleaños, santos, Navidad… pedía un libro de magia». Todo empezó con un manual muy conocido entre los magos, ‘Cartomagia fácil’, de Alfredo Florensa, con el que aprendió sus primeros trucos. «La magia para mí, que soy una persona extraordinariamente tímida, me sirvió para ganar cierta popularidad y cada vez que tenía oportunidad hacía alguna cosa que dejaba a todos alucinados».

García nació en Almería pero, muy joven, se mudó con la familia a Melilla, hasta que cumplió 16 años y se vino a estudiar a Granada. «Aquí hice la carrera, me saqué la oposición, me casé, tuve a mis hijos… Y aquí sigo, encantado», relata. Una de las primeras cosas que hizo tras matricularse en la Facultad de Derecho fue visitar el Club de Magia de Granada, que estaba en el Bar Nevada, en la calle Buensuceso, a cargo del mago y camarero Manuel Cañas. «Era un mago muy conocido en Andalucía. Me presenté allí y todos los viernes por la noche, después de las clases, compartía tiempo con gente con la que todavía mantengo relaciones». Así conoció al Mago Migue o a Miguel Aparicio, por los que siente una honda admiración.

Desde niño, cada vez que ha tenido oportunidad, García Alemany se ha subido a un escenario para hacer su magia. «Mi especialidad es la magia de cerca, con cartas», apunta. De hecho, confiesa que siempre va preparado con «algún que otro truco», por si alguien pide algo. «Ya no actúo en teatros, lo tengo como afición, aunque alguna que otra vez surgen cosas. Y, por supuesto, cuando veo la oportunidad me encanta amenizar un momento cualquiera».

El despacho

Tras aprobar la oposición, García Alemany estuvo unos años en Ugíjar, después en Íllora y ahora, finalmente, trabaja en Pinos Puente. Una mañana, un vecino que conocía las artes de García, entró a solventar unos papeles a su despacho acompañado de su hijo de 8 años. «¡Emilio, hazle un truco a mi niño!», le propuso. El notario, siempre dispuesto, le preguntó al pequeño cómo se llamaba. El zagal, indignado, respondió: «Si no eres capaz de adivinar mi nombre ¡vaya porquería de mago!». García ríe a carcajadas al recordar la anécdota y asegura que en su despacho no suele hacer trucos. «La mayoría de la gente viene con testamentos, sucesiones… no me voy a poner yo a hacer trucos, claro. Pero la magia sí me sirve para comunicar mejor y para empatizar con las personas».

–¿Se considera usted un notario normal?

–Hay que actualizar la imagen del notario. La gente va a la notaría una o dos veces en su vida y todo el mundo tiene la idea del señor mayor, trajeado, en una biblioteca grande, con un tono de voz solemne y rodeado de papiros… y no, no se corresponde con la realidad. Somos personas que salimos de la sociedad, con nuestras inquietudes. Hay notarios escritores, deportistas, fotógrafos…

–Entonces, ¿hay algo de magia en lo de ser notario?

–La magia tiene que ver con la ilusión, con la fantasía, con la imaginación… Y en la notaría hay ciertos documentos que provocan una sensación parecida a la magia: comprar una vivienda, contraer matrimonio, iniciar una actividad empresarial… Luego, por supuesto, hay muchos casos que no son así. Con la pandemia, por ejemplo, hemos tenido que hacer muchas herencias de personas jóvenes que fallecieron por la covid. Y eso es muy duro.

–Y, como notario, ¿puede dar fe de que existe la magia?

–La magia tiene sus secretos, sus trucos. La magia es un arte que pretende transmitir esa sensación de lo maravilloso. En nuestro día a día tenemos la tentación de caer en la rutina, de levantarse el lunes maldiciendo, de llevar a los niños al cole, de ir a trabajar, de esperar al viernes… La magia nos sirve para contar que hay algo más. Algo ilusionante. Y luego hay otra magia, la que nos ayuda a encontrar motivos de esperanza cuando peor lo estás pasando. Sí, la vida tiene momentos maravillosos. Momentos mágicos.

 

Fuente: ideal.es

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