Proyecto de Ley por la que se modifica la Ley de Sociedades de Capital para la mejora del gobierno corporativo -BOCG 30 Mayo 2014–.
Artículo 190. Conflicto de intereses.
.1. El socio no podrá ejercitar el derecho de voto correspondiente a sus acciones o participaciones cuando se trate de adoptar un acuerdo que tenga por objeto: a)… e) dispensarle de las obligaciones derivadas del deber de lealtad acordada conforme a lo previsto en el artículo 230.En las sociedades anónimas, la prohibición de ejercitar el derecho de voto en los supuestos contemplados en los párrafos a) y b) anteriores solo será de aplicación cuando dicha prohibición esté expresamente prevista en las correspondientes cláusulas estatutarias reguladoras de la restricción a la libre transmisión o la exclusión…3. En los casos de conflicto de interés distintos de los previstos en el apartado 1, los socios no estarán privados de su derecho de voto. No obstante, cuando el voto del socio o socios incursos en conflicto haya sido decisivo para la adopción del acuerdo, corresponderá, en caso de impugnación, a la sociedad y, en su caso, al socio o socios afectados por el conflicto, la carga de la prueba de la conformidad del acuerdo al interés social. Al socio o socios impugnantes les corresponderá la acreditación del conflicto de interés. De esta regla se exceptúan los acuerdos relativos al nombramiento, el cese, la revocación y la exigencia de responsabilidad de los administradores y cualesquiera otros de análogo significado en los que el conflicto de interés se refiera exclusivamente a la posición que ostenta el socio en la sociedad. En estos casos, corresponderá a los impugnantesla acreditación del perjuicio al interés social.
.art. 204.1 in fine... La lesión del interés social se produce también cuando el acuerdo, aun no causando daño al patrimonio social, se impone de manera abusiva por la mayoría. Se entiende que el acuerdo se impone de forma abusiva cuando, sin responder a una necesidad razonable de la sociedad, se adopta por la mayoría para obtener un beneficio propio en detrimento injustificado de los demás socios…
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«Ya en 2002, Pineda se apercibió del peligro de representar a los consumidores contra los abusos de entidades bancarias mientras cobraba dinero de esas mismas entidades en concepto de publicidad para sus publicaciones. Por eso, en ese momento, decidió escindir Ausbanc en dos organizaciones independientes: Ausbanc Consumo, que mantiene la estructura de una organización de consumidores, y Ausbanc Empresas, encargada de la edición de seis publicaciones que venden publicidad a las mismas entidades ante las que su asociación hermana defiende a los usuarios. Eso sí, ambas están presididas por la misma persona: Luis Pineda» (eldiario.es)
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«Pineda… considera que Ausbanc está sufriendo una persecución por Facua y que, de hecho, la influencia de la asociación andaluza en Izquierda Unida es la causa de que la organización de usuarios bancarios no esté inscrita en el registro de asociaciones de Andalucía. Pineda asegura que Facua vive de las subvenciones y que, en realidad, constituye un grupo de «funcionarios sin oposición», en la que «una familia se ha hecho cargo de la entidad«, en referencia a que el padre de Rubén Sánchez es el presidente de la organización andaluza» (eldiario.es)
En suma, puede que el mundo de las entidades sin fin de lucro no siempre –ni sólo- resulte ser tan altruista y benéfico como se postula. Que por el camino el proyecto, acción, conducta o situación orientada al fomento de una actividad de utilidad pública o interés social o de promoción de una finalidad pública termine deparando a sus promotores o gestores –en mayor o menor medida– algún que otro provecho propio. ¡ Cómo a Sancho Panza !
¿Sabría alguien precisar hasta qué punto ese provecho particular habría de resultar admisible? Existen sin duda proyectos de gente comprometida y seria, carentes del más mínimo atisbo de ventaja particular patrimonializable. Ahora bien, yo al menos, no me atrevería a asegurar que constituyan la regla general. Tu, en cambio, ¿tal vez sí?
CAPÍTULO LXXI – El ingenioso hidalgo Don Quijote de La Mancha (2ª Parte, 1615)
De lo que a don Quijote le sucedió con su escudero Sancho yendo a su aldea
Iba el vencido y asendereado don Quijote pensativo además por una parte, y muy alegre por otra. Causaba su tristeza el vencimiento; y la alegría, el considerar en la virtud de Sancho, como lo había mostrado en la resurreción de Altisidora, aunque con algún escrúpulo se persuadía a que la enamorada doncella fuese muerta de veras. No iba nada Sancho alegre, porque le entristecía ver que Altisidora no le había cumplido la palabra de darle las camisas; y, yendo y viniendo en esto, dijo a su amo:
-En verdad, señor, que soy el más desgraciado médico que se debe de hallar en el mundo, en el cual hay físicos que, con matar al enfermo que curan, quieren ser pagados de su trabajo, que no es otro sino firmar una cedulilla de algunas medicinas, que no las hace él, sino el boticario, y cátalo cantusado; y a mí, que la salud ajena me cuesta gotas de sangre, mamonas, pellizcos, alfilerazos y azotes, no me dan un ardite. Pues yo les voto a tal que si me traen a las manos otro algún enfermo, que, antes que le cure, me han de untar las mías; que el abad de donde canta yanta, y no quiero creer que me haya dado el cielo la virtud que tengo para que yo la comunique con otros de bóbilis, bóbilis.
-Tú tienes razón, Sancho amigo -respondió don Quijote-, y halo hecho muy mal Altisidora en no haberte dado las prometidas camisas; y, puesto que tu virtud es gratis data, que no te ha costado estudio alguno, más que estudio es recebir martirios en tu persona. De mí te sé decir que si quisieras paga por los azotes del desencanto de Dulcinea, ya te la hubiera dado tal como buena; pero no sé si vendrá bien con la cura la paga, y no querría que impidiese el premio a la medicina. Con todo eso, me parece que no se perderá nada en probarlo: mira, Sancho, el que quieres, y azótate luego, y págate de contado y de tu propia mano, pues tienes dineros míos.
A cuyos ofrecimientos abrió Sancho los ojos y las orejas de un palmo, y dio consentimiento en su corazón a azotarse de buena gana; y dijo a su amo:
-Agora bien, señor, yo quiero disponerme a dar gusto a vuestra merced en lo que desea, con provecho mío; que el amor de mis hijos y de mi mujer me hace que me muestre interesado. Dígame vuestra merced: ¿cuánto me dará por cada azote que me diere?
-Si yo te hubiera de pagar, Sancho -respondió don Quijote-, conforme lo que merece la grandeza y calidad deste remedio, el tesoro de Venecia, las minas del Potosí fueran poco para pagarte; toma tú el tiento a lo que llevas mío, y pon el precio a cada azote.
-Ellos -respondió Sancho- son tres mil y trecientos y tantos; de ellos me he dado hasta cinco: quedan los demás; entren entre los tantos estos cinco, y vengamos a los tres mil y trecientos, que a cuartillo cada uno, que no llevaré menos si todo el mundo me lo mandase, montan tres mil y trecientos cuartillos, que son los tres mil, mil y quinientos medios reales, que hacen setecientos y cincuenta reales; y los trecientos hacen ciento y cincuenta medios reales, que vienen a hacer setenta y cinco reales, que, juntándose a los setecientos y cincuenta, son por todos ochocientos y veinte y cinco reales. Éstos desfalcaré yo de los que tengo de vuestra merced, y entraré en mi casa rico y contento, aunque bien azotado; porque no se toman truchas…, y no digo más.
-¡Oh Sancho bendito! ¡Oh Sancho amable -respondió don Quijote-, y cuán obligados hemos de quedar Dulcinea y yo a servirte todos los días que el cielo nos diere de vida! Si ella vuelve al ser perdido, que no es posible sino que vuelva, su desdicha habrá sido dicha, y mi vencimiento, felicísimo triunfo. Y mira, Sancho, cuándo quieres comenzar la diciplina, que porque la abrevies te añado cien reales.
-¿Cuándo? -replicó Sancho-. Esta noche, sin falta. Procure vuestra merced que la tengamos en el campo, al cielo abierto, que yo me abriré mis carnes.
Llegó la noche, esperada de don Quijote con la mayor ansia del mundo, pareciéndole que las ruedas del carro de Apolo se habían quebrado, y que el día se alargaba más de lo acostumbrado, bien así como acontece a los enamorados, que jamás ajustan la cuenta de sus deseos. Finalmente, se entraron entre unos amenos árboles que poco desviados del camino estaban, donde, dejando vacías la silla y albarda de Rocinante y el rucio, se tendieron sobre la verde yerba y cenaron del repuesto de Sancho; el cual, haciendo del cabestro y de la jáquima del rucio un poderoso y flexible azote, se retiró hasta veinte pasos de su amo, entre unas hayas. Don Quijote, que le vio ir con denuedo y con brío, le dijo:
-Mira, amigo, que no te hagas pedazos; da lugar que unos azotes aguarden a otros; no quieras apresurarte tanto en la carrera, que en la mitad della te falte el aliento; quiero decir que no te des tan recio que te falte la vida antes de llegar al número deseado. Y, porque no pierdas por carta de más ni de menos, yo estaré desde aparte contando por este mi rosario los azotes que te dieres. Favorézcate el cielo conforme tu buena intención merece.
-Al buen pagador no le duelen prendas -respondió Sancho-: yo pienso darme de manera que, sin matarme, me duela; que en esto debe de consistir la sustancia deste milagro.
Desnudóse luego de medio cuerpo arriba, y, arrebatando el cordel, comenzó a darse, y comenzó don Quijote a contar los azotes.
Hasta seis o ocho se habría dado Sancho, cuando le pareció ser pesada la burla y muy barato el precio della, y, deteniéndose un poco, dijo a su amo que se llamaba a engaño, porque merecía cada azote de aquéllos ser pagado a medio real, no que a cuartillo.
-Prosigue, Sancho amigo, y no desmayes -le dijo don Quijote-, que yo doblo la parada del precio.
-Dese modo -dijo Sancho-, ¡a la mano de Dios, y lluevan azotes!
Pero el socarrón dejó de dárselos en las espaldas, y daba en los árboles, con unos suspiros de cuando en cuando, que parecía que con cada uno dellos se le arrancaba el alma. Tierna la de don Quijote, temeroso de que no se le acabase la vida, y no consiguiese su deseo por la imprudencia de Sancho, le dijo:
-Por tu vida, amigo, que se quede en este punto este negocio, que me parece muy áspera esta medicina, y será bien dar tiempo al tiempo; que no se ganó Zamora en un hora. Más de mil azotes, si yo no he contado mal, te has dado: bastan por agora; que el asno, hablando a lo grosero, sufre la carga, mas no la sobrecarga.
-No, no, señor -respondió Sancho-, no se ha de decir por mí: «a dineros pagados, brazos quebrados». Apártese vuestra merced otro poco y déjeme dar otros mil azotes siquiera, que a dos levadas déstas habremos cumplido con esta partida, y aún nos sobrará ropa.
-Pues tú te hallas con tan buena disposición -dijo don Quijote-, el cielo te ayude, y pégate, que yo me aparto.
Volvió Sancho a su tarea con tanto denuedo, que ya había quitado las cortezas a muchos árboles: tal era la riguridad con que se azotaba; y, alzando una vez la voz, y dando un desaforado azote en una haya, dijo:
-¡Aquí morirás, Sansón, y cuantos con él son!
Acudió don Quijote luego al son de la lastimada voz y del golpe del riguroso azote, y, asiendo del torcido cabestro que le servía de corbacho a Sancho, le dijo:
-No permita la suerte, Sancho amigo, que por el gusto mío pierdas tú la vida, que ha de servir para sustentar a tu mujer y a tus hijos: espere Dulcinea mejor coyuntura, que yo me contendré en los límites de la esperanza propincua, y esperaré que cobres fuerzas nuevas, para que se concluya este negocio a gusto de todos.
-Pues vuestra merced, señor mío, lo quiere así -respondió Sancho-, sea en buena hora, y écheme su ferreruelo sobre estas espaldas, que estoy sudando y no querría resfriarme; que los nuevos diciplinantes corren este peligro.
Hízolo así don Quijote, y, quedándose en pelota, abrigó a Sancho, el cual se durmió hasta que le despertó el sol, y luego volvieron a proseguir su camino, a quien dieron fin, por entonces, en un lugar que tres leguas de allí estaba. Apeáronse en un mesón, que por tal le reconoció don Quijote, y no por castillo de cava honda, torres, rastrillos y puente levadiza; que, después que le vencieron, con más juicio en todas las cosas discurría, como agora se dirá. Alojáronle en una sala baja, a quien servían de guadameciles unas sargas viejas pintadas, como se usan en las aldeas. En una dellas estaba pintada de malísima mano el robo de Elena, cuando el atrevido huésped se la llevó a Menalao, y en otra estaba la historia de Dido y de Eneas, ella sobre una alta torre, como que hacía señas con una media sábana al fugitivo huésped, que por el mar, sobre una fragata o bergantín, se iba huyendo.
Notó en las dos historias que Elena no iba de muy mala gana, porque se reía a socapa y a lo socarrón; pero la hermosa Dido mostraba verter lágrimas del tamaño de nueces por los ojos. Viendo lo cual don Quijote, dijo:
-Estas dos señoras fueron desdichadísimas, por no haber nacido en esta edad, y yo sobre todos desdichado en no haber nacido en la suya: encontrara a aquestos señores, ni fuera abrasada Troya, ni Cartago destruida, pues con sólo que yo matara a Paris se escusaran tantas desgracias.
-Yo apostaré -dijo Sancho- que antes de mucho tiempo no ha de haber bodegón, venta ni mesón, o tienda de barbero, donde no ande pintada la historia de nuestras hazañas. Pero querría yo que la pintasen manos de otro mejor pintor que el que ha pintado a éstas.
-Tienes razón, Sancho -dijo don Quijote-, porque este pintor es como Orbaneja, un pintor que estaba en Úbeda; que, cuando le preguntaban qué pintaba, respondía: »Lo que saliere»; y si por ventura pintaba un gallo, escribía debajo: «Éste es gallo», porque no pensasen que era zorra. Desta manera me parece a mí, Sancho, que debe de ser el pintor o escritor, que todo es uno, que sacó a luz la historia deste nuevo don Quijote que ha salido: que pintó o escribió lo que saliere; o habrá sido como un poeta que andaba los años pasados en la corte, llamado Mauleón, el cual respondía de repente a cuanto le preguntaban; y, preguntándole uno que qué quería decir Deum de Deo, respondió: »Dé donde diere». Pero, dejando esto aparte, dime si piensas, Sancho, darte otra tanda esta noche, y si quieres que sea debajo de techado, o al cielo abierto.
-Pardiez, señor -respondió Sancho-, que para lo que yo pienso darme, eso se me da en casa que en el campo; pero, con todo eso, querría que fuese entre árboles, que parece que me acompañan y me ayudan a llevar mi trabajo maravillosamente.
-Pues no ha de ser así, Sancho amigo -respondió don Quijote-, sino que para que tomes fuerzas, lo hemos de guardar para nuestra aldea, que, a lo más tarde, llegaremos allá después de mañana.
Sancho respondió que hiciese su gusto, pero que él quisiera concluir con brevedad aquel negocio a sangre caliente y cuando estaba picado el molino, porque en la tardanza suele estar muchas veces el peligro; y a Dios rogando y con el mazo dando, y que más valía un «toma» que dos «te daré», y el pájaro en la mano que el buitre volando.
-No más refranes, Sancho, por un solo Dios -dijo don Quijote-, que parece que te vuelves al sicut erat; habla a lo llano, a lo liso, a lo no intricado, como muchas veces te he dicho, y verás como te vale un pan por ciento.
-No sé qué mala ventura es esta mía -respondió Sancho-, que no sé decir razón sin refrán, ni refrán que no me parezca razón; pero yo me enmendaré, si pudiere.
Y, con esto, cesó por entonces su plática.
AUSBANC recorre el camino otra vez
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María Jesús Peñas Moyano – 12 de junio de 2014
Al igual que ya sucediera en el año 2005, la Agencia Española de Consumo, Seguridad Alimentaria y Nutrición (Aecosan) ha expulsado a la Asociación de Usuarios de Servicios Bancarios: AUSBANC. Esta asociación se constituyó como una entidad española privada, sin ánimo de lucro, constituida el 15 de noviembre de 1986 al amparo del entonces artículo 20 de la Ley 26/1984, de 19 de julio, general para la defensa de los consumidores y usuarios, y hoy en el artículo 23 del Real Decreto Legislativo 1/2007, por el que se aprueba el Texto Refundido de la esta Ley, según el cual las asociaciones se constituirán bien con carácter general, bien en relación con productos o servicios determinados.
En este sentido AUSBANC, y como se indica en su propia denominación, que se dedicada específicamente a este sector financiero, constituía una importante excepción dentro del asociacionismo español caracterizado por su generalidad y sin una importante tradición de asociacionismo sectorial, pues lo normal es que existan secciones dentro de una asociación de carácter general. Sin embargo, esta asociación, que nació con un objetivo muy delimitado, fue extendiendo su ámbito de actuación a sectores que nada que tienen que ver con la defensa del consumidor, lo que motivó que hace casi una década el entonces Instituto Nacional de Consumo excluyera a esta entidad del Registro de asociaciones de consumidores.
En aquel momento, fue el propio Consejo de consumidores y usuarios, al cual pertenecía la asociación, el que dirigió una carta al presidente del Instituto para que revisara su actuación así como las diferentes informaciones aparecidas en los medios de comunicación señalando la falta de cumplimiento de los requisitos exigidos para ello. Se constató en aquel momento que tanto en su revista mensual “Justicia y Derecho”, como en su página web, realizaba publicidad ajena al objeto de la misma, puesto que la realizaba de otra entidad diferente AUSBANC empresas, incitando a la contratación de sus servicios, así como a la recepción de las publicaciones editadas por la misma. La resolución de expulsión adoptada fue ratificada por la Sección Cuarta de la Sala de lo Contencioso-Administrativo de la Audiencia Nacional en 2010.
Sin embargo, AUSBANC volvería a ser inscrita en el registro coincidiendo con el cambio de gobierno que se produjo en España tras las elecciones de noviembre de 2011, y pudiendo recibir de nuevo las correspondientes subvenciones, lo que algún modo demuestra que las decisiones políticas influyen enormemente en el devenir de estas entidades, en teoría independientes.
Pues bien, el pasado 24 de mayo se publicó en el BOE una resolución fechada el 28 de marzo, para anunciar a los interesados la notificación de la terminación del procedimiento de expulsión del Registro estatal de consumidores y usuarios, ya que había resultados infructuosos los intentos de comunicarla a los afectados en su domicilio.
No han trascendido los motivos por los que la Aecosan ha procedido a la nueva expulsión de AUSBANC pero seguramente sean similares a los que llevaron a adoptar la misma decisión en el año 2005, esto es, que la asociación se trate de una tapadera para llevar a cabo negocios lucrativos. Más preocupante sería que fueran ciertas, siquiera mínimamente, las afirmaciones realizadas por AUSBANC en la que apunta a la intervención de alguna entidad bancaria en las maniobras que finalmente han propiciado su expulsión. Lo que sí resulta cierto es que no ha sido una decisión voluntaria de darse de baja en el registro lo que ha propiciado esta actuación, tal y como apunta la expulsada, ya que la decisión como hemos señalado estaba tomada desde marzo, además de demostrar una vez más la mala calidad del funcionamiento de determinados servicios que deben estar al servicio del ciudadano, este caso además, consumidores.
Fuente: lexnova.es