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La Conferencia de El Cairo, la de Teherán, la de Yalta y en último término la de PotsdamLos «Big Three» -del momento- marcaron el final de la Segunda Guerra Mundial y acordaron un nuevo reparto mundial. ¿Hicieron bien la tarea?

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 😳 La cosa venía de atrás, de la Gran Guerra, del poco pragmático -así lo confirmaría el tiempo- Tratado de Versalles (1919) y de la entonces fundada Sociedad de Naciones,  una iniciativa más «romántica» que prestigiada de W. Wilson, a la sazón Presidente de los Estados Unidos.

El gobierno estadounidense nunca se adhirió a la SDN. Alemania y Turquía, países derrotados, resultaron inicialmente excluidos. También la Unión Soviética, dado el carácter comunista de su régimen. En 1923 la decadente y siempre orgullosa Francia asestó a la Sociedad de Naciones un golpe mortal: ocupó ilegalmente el Ruhr, ante la más que comprensible impotencia de la República de Weimar -presidida por Friedrich Ebert- para abonar indemnizaciones económicas a los aliados tras la derrota del Imperio alemán en la Gran Guerra; tal ocupación ni siquiera fue condenada por la SDN.

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 🙄 Cuando se mira con retrospectiva se juega con ventaja. Probablemente durante ambas contiendas mundiales, y al tiempo de su remate, faltó perspectiva a EEUU, el «guardián del mundo» -al menos de nuestro mundo, Occidente-, que ya entonces, ante la decadencia de las antiguas y la emergencia de otras potencias (Rusia y China), se consolidaba como poder hegemónico a nivel del planeta. ¿Desaprovechó EEUU en su momento, cuando todavía tenía capacidad para ello, su oportunidad de occidentalizar el mundo?

  • En 1918 el Kuomintang en su búsqueda de reconocimiento internacional envió una delegación a la conferencia que dio lugar al Tratado de Versalles: solo obtuvo el apoyo de la URSS…

Sun Yat-sen, líder del  Kuomintang, buscó el auxilio de las potencias extranjeras para vencer a los señores de la guerra que se habían hecho con el control del norte de China a raíz de la caída de la dinastía Qing (1912). Las democracias occidentales ignoraron los esfuerzos del líder nacionalista para atraerse su ayuda. En 1921 Sun Yat-sen recurrió a la Unión Soviética.

  • Si bien en un principio, tras la ocupación de Manchuria por los japoneses, Chiang Kai-shek se negó a aliarse con los comunistas para combatir a los nipones (consideraba a los primeros una amenaza de mayor envergadura), tras el incidente de Xi’an se vió obligado a aliarse con ellos… hasta el incidente del Nuevo Cuarto Ejército (1941), reanudándose entonces la guerra civil china entre nacionalistas y comunistas. Aunque los nacionalistas sobrepasaban numéricamente y en cantidad de armas a los comunistas y controlaban mayor territorio, aparecían desgastados por la prolongada guerra contra los japoneses y su desafortunada gestión político-económica.

En los términos de la rendición incondicional del Japón, dictados por los Estados Unidos, a las tropas japonesas se les ordenó entregarse al KMT y no a los comunistas. El general G. Marshall llegó a China, tomando parte en las negociaciones para un cese de las hostilidades entre el KMT y el PCCh. Fracasó ya en 1946 y recibió orden de retirarse en enero de 1947. La guerra civil continuó, ahora a gran escala. Los  Estados Unidos apoyaron a los nacionalistas con cientos de millones en equipo militar. El gobierno nacionalista buscó tardíamente, mediante reformas internas, el apoyo popular; intento fallido debido a la corrupción y caos político y económico (hiperinflación) generalizados. Cuando ya se esperaba la invasión comunista de Taiwán comenzó la  Guerra de Corea (1950). Entonces el Presidente Truman dio orden a su flota de evitarlo.

  • Se ha sostenido que permitir que la URSS resultase «tan» vencedora en la Segunda Guerra Mundial fue una equivocación. ¿Acaso no habría resultado más acorde con la correlación de fuerzas entonces existente impulsar en la región una solución más próxima a un armisticio? ¿Acaso la muy probable implantación de un telón de acero no se conocía desde 1943?

Fueron los alemanes quienes ya en 1943 emplearon por primera vez la expresión «eiserner Vorhang» (telón de acero, en realidad cortina de hierro): «the iron curtain that more than ever before separates the world from the Soviet Union». Por su parte Goebbels en febrero de 1945 volvió a emplearla, con espeluznante tino, advirtiendo de las consecuencias de la Conferencia de Yalta: si Alemania perdía la guerra, un telón de acero caería sobre ese enorme territorio controlado por la Unión Soviética, detrás de la cual naciones enteras se verían masacradas.

A May 1943 article in Signal, a Nazi illustrated propaganda periodical published in many languages, bore the title «Behind the Iron Curtain». It discussed «the iron curtain that more than ever before separates the world from the Soviet Union».

The German Minister of Propaganda Joseph Goebbels wrote in his weekly newspaper Das Reich that if the Nazis should lose the war a Soviet-formed «iron curtain» would arise because of agreements made by Stalin, Roosevelt and Winston Churchill at the Yalta Conference: «An iron curtain would fall over this enormous territory controlled by the Soviet Union, behind which nations would be slaughtered.» The first recorded oral intentional mention of an Iron Curtain in the Soviet context occurred in a broadcast by Lutz von Krosigk to the German people on 2 May 1945: «In the East the iron curtain behind which, unseen by the eyes of the world, the work of destruction goes on, is moving steadily forward.»

Dentro del mando aliado Churchill fue el primero en caer en la cuenta, al tiempo de finalizar la guerra en Europa (mayo de 1945), de la tragedia que se avecinaba. Decididamente, en aquel entonces, irremediable. ¿También en 1943. en Yalta?

Churchill’s first recorded use the term «iron curtain» came in a 12 May 1945 telegram he sent to U.S. President Harry S. Truman regarding his concern about Soviet actions, stating «[a]n iron curtain is drawn down upon their front. We do not know what is going on behind.» He was further concerned about «another immense flight of the German population westward as this enormous Muscovite advance towards the centre of Europe.» Churchill concluded «then the curtain will descend again to a very large extent, if not entirely. Thus a broad land of many hundreds of miles of Russian-occupied territory will isolate us from Poland.»

Churchill repeated the words in a further telegram to President Truman on 4 June 1945, in which he protested against such a U.S. retreat to what was earlier designated as, and ultimately became, the U.S. occupation zone, saying the military withdrawal would bring «Soviet power into the heart of Western Europe and the descent of an iron curtain between us and everything to the eastward.»

At the Potsdam Conference, Churchill complained to Stalin about an «iron fence» coming down upon the British Mission in Bucharest…

The term was first used in the British House of Commons by Churchill on 16 August 1945 when he stated «it is not impossible that tragedy on a prodigious scale is unfolding itself behind the iron curtain which at the moment divides Europe in twain.» (más aquí)

😛 Cada civilización, cada cultura, tiene sus ventajas e inconvenientes. Y como es natural, para pervivir, desarrolla mecanismos de contento social, de manera que sus partícipes -por una u otra razón- se muestran mayoritariamente dispuestos a sostenerla.

No se trata pues de ensalzar los valores esenciales de Occidente, libertad y propiedad entre otros, por razón de su pretendida superioridad frente a los de otras culturas. A muy pocos de ajenas mentalidades convenceríamos de esta guisa. Se trata más bien de defender nuestros valores porque son «los nuestros», de sobrevivir  -en tanto sea posible- en un mundo abierto a la competencia de culturas, lo que irremisiblemente conduce a la expansión, a la exportación de nuestros valores.

Todo enfoque de la realidad, por definición, es subjetivo, depende de la posición de quien lo lleva a cabo. Es por tanto siempre reajustable, susceptible de modificación por reposicionamiento del individuo. Rara vez empero acertamos a percibir, detrás de una abierta diferencia cultural, una simple diferencia de enfoques. Al contrario, tendemos a considerar tales diferencias como irreconciliables, de todo punto antitéticas. Se comprende así el riesgo del conflicto severo, al fin y al cabo una forma más -eso sí, extrema- de contraste de ideas. Subyace a todo ello que el poder, como los gases, tiende a expandirse -ocupando todo el volumen posible-. ¡Termodinámica de la naturaleza humana!

😯 Como cabría esperar de un buen entendedor, se constata aprendizaje por parte de EEUU de sus anteriores tropiezos. Así, hoy en día rara vez encomienda la gestión de un asunto -por inocuo que parezca- a la desatención o a una actuación meramente militar o represiva. Respetando en lo posible las peculiaridades del territorio, tiende a su occidentalización -léase, democratización-, a un «win-win approach«: su desarrollo y especialización económica pueden serle -le son- provechosos -ampliación de mercados-. Un proceso decididamente prolongado en el tiempo y muy costoso, una inversión a largo plazo.

¿Sería viable que rico y pobre habitaran pared con pared sine die? Idéntica respuesta, supongo, habría de aplicarse a la aldea global.

😡 Me pregunto si acaso la reciente historia de España, desde el advenimiento de la Segunda República a nuestros días, no sería susceptible de verse interpretada en tal clave.

Azaña habría sido Kerensky y Largo Caballero «el Lenin español». «La proclamación de la República en España en abril de 1931 fue recibida en el Foreign Office con inquietud. Desde el principio circuló en los medios oficiales británicos la tesis de la «fase transitoria de tipo Kerenski»; es decir, un gabinete de izquierdas incapaz de controlar a las mismas masas que lo habían aupado, mientras se formaba un poder alternativo para tomar el mando…» (+ aquí). ¿Bolchevización creciente de España (+ aquí) ?

La tolerancia -acaba la Segunda Guerra Mundial- del general Franco como «mal menor«, el anticomunismo que forzó a Truman -baptista y masón- a firmar con su odiado Franco el acuerdo sobre las bases en 1953, el consentido ingreso de España en la Organización Mundial de Salud, la UNESCO, la OIT y en 1955 en las Naciones Unidas, el afectuoso abrazo entre éste y Eisenhower en la base aérea de Torrejón en 1959 y el subsiguiente abandono de la autarquía, la presencia de Willy Brandt en Suresnes, su decidido apoyo -¿tutelar?- al «grupo de los sevillanos«…

😉 Las culturas, las ideas esenciales que conforman un determinado modo de entender la convivencia, evolucionan mucho más lentamente que lo que los regímenes y -en cada tiempo- modernas estructuras de poder parecen sugerir.

  • La Gran Madre Rusia pervive a través de la época zarista, la soviética Madre de la Patria (en alusión a la multiétnica URSS) y la desbordada Rusia actual.
  • El chiismo iraní no sería sino superestructura, trasunto y moderna justificación de la misma idea hegemónica que en Persia perviviría a los extintos imperios aqueménida y sasánida y a su visceral contraposición al poder otomano.
  • En el año 1644, la opresora dinastía Qing, procedente de Manchuria, conquista Pekín. Es entonces cuando, mediante la fuerza, se consolida la máxima expansión territorial de China, incorporando al imperio Taiwán, Tíbet, Xinjiang y Mongolia (nada que ver con la hasta entonces relativamente pequeña -si exceptuamos el no menos tiránico período de dominación mongol, de la dinastía Yuan- extensión territorial de China, ver aquí). La Revolución de Xinhai acabará con el derrocamiento del último emperador Qing, Puyi, en 1912. Ni que decir tiene que las conquistas territoriales permanecen. ¿Y las culturales?  Ciertamente, sobre el papel, China dejó en 1912 de ser un imperio. Y bien, ¿también en la mentalidad de sus otrora súbditos?

Es opinión generalizada que la mayoría de las tendencias culturales y sociales de la época permanecieron no obstante el tránsito de los Ming a los Qing.

  • También el Occidente heredero directo de la Revolución Francesa sería susceptible de verse sujeto a autocrítica. No sólo la burocracia, el aparato al servicio del poder, y los recursos administrativos habrían sobrevivido: de tiranía regia -absolutista- a tiranía democrática. El máximo exponente de esta última lo constituiría Robespierre; y su más moderna expresión, los excesos de la mayoría populista que tan mal servicio rindieron a Europa a mediados del pasado siglo y que ahora vuelven a arreciar. 

Lo dicho, poder y termodinámica. Hay gentes -mentalidades- acostumbradas a imperar, otras a obedecer… y otras que aspiran, de vuelta ya de tanta promesa de redención social  y económica, a sobrevivir discretamente desapercibidas. 

Rendirse al subjetivismo, no al relativismo (más aquí), tiene sus ventajas. No se trata de oponerse a la modernidad sino de aceptar que la bondad -o perversidad- más que en las cosas o sistemas reside en nuestros corazones, en las personas que los diseñan, utilizan o aplican. Un simple cambio de actitud es capaz de transformar lo existente, sin necesidad de cambios radicales, revolucionarios (más aquí). 

 

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Javier Sanz
26 febrero 2015

 

La Historia nos ha dado buena cuenta de la incompetencia militar con múltiples ejemplos, pero el caso del destructor estadounidense USS William D. Porter es digno de ocupar un destacado puesto en el ranking de las mayores torpezas militares de todos los tiempos. Wilfred Walter, el capitán del barco, lo llamó mala suerte. La desastrosa carrera de este barco se inició en noviembre de 1943 con su primera misión. Se trataba nada menos que de una secreta y trascendental tarea: formar parte de la escolta del acorazado USS Iowa y proporcionarle cobertura antisubmarina. El USS Iowa transportaría al presidente de Estados Unidos, Franklin D. Roosevelt, en su viaje hacia dos importantes reuniones en El Cairo y en Teherán con Joseph Stalin y Winston Churchill.

 

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Los problemas comenzaron incluso antes de que el destructor abandonase el muelle para reunirse con el resto del convoy. Y es que a alguien se le olvidó izar completamente el ancla, de manera que cuando comenzó a maniobrar marcha atrás se quedó enganchada en un buque mercante atracado en paralelo junto a él, desgarrando parte de su casco y arrancándole barandas y botes salvavidas. El capitán de nuestro barco, Wilfred Walter, miró su reloj y se dio cuenta de que se le hacía tarde para reunirse con el USS Iowa, así que dirigió al buque mercante una disculpa rápida y se fue a toda máquina de aquel puerto. Podemos imaginar la cara de aquellos novatos marineros mientras recordaban atónitos lo que había sucedido en su primer día de trabajo:

Son los nervios del primer día. Seguro que las cosas no podrán ir a peor… No imaginaban lo equivocados que estaban

Veinticuatro horas después, el Porter tomó su posición junto al resto del convoy, no sin dejar de ser blanco de burlas y chuflas de todo tipo por parte del resto de la marinería. Durante su viaje por el Atlántico el convoy tendría que navegar por aguas infestadas de submarinos alemanes. Una de las tareas de escolta del Porter sería la de, llegado el caso de un ataque submarino, lanzar cargas de profundidad contra aquellos U-Boot alemanes. El 12 de noviembre una gran explosión sacudió las aguas. Todos los barcos del convoy tocaron a zafarrancho de combate y comenzaron la ejecución de maniobras de evasión, porque era evidente que un submarino enemigo rondaba por allí. Tal vez los nazis tenían información de la misión secreta y trataban de acabar con la vida del presidente de los Estados Unidos que viajaba en el USS Iowa… Minutos después se recibía un tímido aviso de nuestro destructor: no había ningún submarino alemán, sino que una de las cargas de profundidad no tenía el seguro puesto y se había soltado accidentalmente de su cubierta, cayendo al mar y produciendo la explosión. Tras este nuevo incidente, el almirante Ernest King, al mando del convoy, tomó la radio y ordenó al capitán Walter que acabara con los despropósitos y empezara a actuar correctamente, por lo que Walter se comprometió firmemente a “mejorar el rendimiento de su barco“. Pero…

Tras lo ocurrido, y como es comprensible, todo el mundo en el convoy estaba nervioso. Tal vez como medida de distracción y para tranquilizar los ánimos, el propio presidente Roosevelt propuso a la tripulación del Iowa que le hicieran una demostración de sus defensas antiaéreas. Dicho y hecho, se lanzaron al aire varios globos meteorológicos y los cañones del Iowa comenzaron a disparar bajo la atenta y complaciente mirada de Roosevelt, que también observó cómo el aire arrastraba algunos de esos globos en dirección a nuestro destructor. Fue entonces cuando el capitán Walter, ansioso por causar buena impresión después de todo lo sucedido, pensó que era una oportunidad única para rehabilitar su mala imagen, por lo que dio orden a sus cañoneros de disparar contra cualquier globo perdido por los artilleros del Iowa.
Todo marchó bien, y el Porter incluso hizo blanco en varios de aquellos globos perdidos. El capitán Walter estaba crecido: era su momento, había que lucirse, ¡por fin dejarían de ser la burla de la US Navy!, así que ordenó a su tripulación llevar a cabo un simulacro de ataque con torpedos (durante los simulacros se retiraban los detonadores de las cargas explosivas que expulsaban los torpedos de sus tubos, por lo que realmente los torpedos no eran lanzados al agua). Pero claro, para calcular correctamente los tiempos de los falsos lanzamientos necesitaban también un blanco al que apuntar, y el objetivo más cercano era el USS Iowa (el del presidente).

¡Fuego el uno!” —gritó el oficial de cubierta del Porter— y se simuló el lanzamiento del primer torpedo. Comprobado el rumbo que hubiese tomado el falso torpedo se ordenó. “¡Fuego el dos!“, y de nuevo la misma operativa. “¡Fuego el tres!”… pero entonces sucedió algo distinto: se escuchó un silbido y la tripulación vio cómo un torpedo salía del tubo. Acababan de lanzar un torpedo contra el Iowa y contra el presidente Roosevelt.. En medio del caos, el capitán Walter advirtió por radio al Iowa que girara rápidamente a estribor. El giro fue tan brusco que la silla de ruedas del Presidente —con Roosevelt sentado en ella— estuvo a punto de caerse por la borda. Finalmente, y por los pelos, el USS Iowa logró evitar el torpedo.

“Perdón, hemos sido nosotros”. Fue todo lo que el capitán Walter pudo decir

Tras casi hacer impactar un torpedo en el acorazado donde viajaba el presidente Roosevelt, el avergonzado perdón que pidió el capitán Walter no le sirvió para evitar que su barco fuera inmediatamente expulsado del convoy, ni tampoco para evitar que tanto él como toda su tripulación fueran sometidos a un Consejo de Guerra del que, tras las debidas investigaciones, quedó demostrado que se trató de un error. No obstante, el marinero que se olvidó de retirar el detonador del tercer torpedo, llamado Dawson, fue condenado a 14 de años de trabajos forzados, aunque Roosevelt le otorgó un perdón presidencial. Obviamente ya nadie iba a dejar que el Porter ni siquiera se acercara a una misión de alto nivel, por lo que fue enviado al único escenario donde la presencia de nuestro barco no preocupaba realmente a nadie: las Islas Aleutianas, en Alaska. Hay cero presidentes a los que poder asesinar en Alaska.

Durante los primeros meses de exilio pareció disiparse la oscura sombra de su embarazoso pasado; todo iba bien. Pero un día, uno de sus marineros regresó a bordo borracho y decidió ponerse a jugar con sus cañones de artillería pesada, abriendo fuego e impactando un proyectil nada menos que en el jardín de la casa del comandante de la base, que en aquel momento celebraba una fiesta con otros oficiales y sus esposas. Por suerte únicamente causó daños materiales, pero la poca reputación que le quedaba al Porter (si es que le quedaba algo) quedó definitivamente asolada… al igual que quedaron las flores del jardín de la casa de su comandante. Servir en el USS William D. Porter era considerado un castigo, pero el final de la guerra se acercaba y todos los barcos eran necesarios en el frente, por lo que el Porter fue reasignado al Pacífico: por fin tendrían una auténtica oportunidad de redención… o tal vez no.

Una vez en el Frente del Pacífico, y a pesar de los esfuerzos del comandante Charles M. Keyes, que relevó al desafortunado capitán Walter en la dirección de la nave, la reputación de nuestro destructor no mejoró. Al contrario, se hundió todavía más cuando acribilló accidentalmente al destructor USS Luce durante los primeros momentos de la batalla de Okinawa. Tras este nuevo incidente el Porter sirvió como apoyo para las tropas que trataban de conquistar aquella isla; utilizó correctamente sus defensas antisubmarinas y hasta llegó a derribar cinco aviones japoneses. Lamentablemente, poco después se informó que también había derribado por error tres aviones norteamericanos. Y así llegamos al final de esta historia. El 10 de junio de 1945 el Porter fue atacado por un avión kamikaze. Nuestro barco se defendió y el avión japonés fue alcanzado y derribado por las defensas antiaéreas, estrellándose en el océano pero sin explotar. La tripulación estaba eufórica: parecía que las cosas cambiaban a mejor. Pero no se habían dado cuenta que el avión kamikaze extrañamente había continuado bajo el agua su trayectoria en dirección hacia el destructor, y justo cuando pasó por debajo de su quilla explotó. Tres horas más tarde el USS William D. Porter se hundía para siempre en el océano.

 

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En otras palabras, el barco más torpe e incompetente de la Segunda Guerra Mundial, fiel a su desastrosa e hilarante singladura, fue hundido accidentalmente por un avión que ya se había estrellado en el mar.

 

Fuente: historiasdelahistoria.com

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