Vacunas-dciencia.
El autor, técnico en la materia, nos ofrece un análisis desapasionado y certero de la cuestión:

  • Suponiendo que un traje anti-ébola cueste entre 50 y 130 euros y sea de un solo uso, siendo mínimamente probable -aunque posible- tu contagio o del de tu familia, ¿destinarías parte de tus recursos a su adquisición? ¿Qué fue de la ingente cantidad de trajes adquiridos con ocasión del «caso T. Romero» por España? Al hilo de toda la alarma social creada por aquel entonces, apuntamos cómo el ébola, en general las dificultades, nos delatan a todos., sacan a la luz lo mejor y peor de nosotros mismos: nuestro egoísmo, nuestra ignorancia, nuestra irresponsabilidad, nuestra -acaso irremediable- exposición a la manipulación; también, en último término, nuestro miedo (más aquí).
  • O como señala el autor, si consideramos que con una parte importante de lo empleado en occidente para adquirir los millones de dosis de vacuna de gripe A (teóricamente para prevenir posibles muertes) se hubiesen potabilizado las aguas que mataron (y siguen matando) de gastroenteritis a miles de niños en el África subsahariana… Igual que se juega con las noticias y sus colas, se juega con la distribución de lo recursos hacia los extremos. Tampoco se dijo, sería un buen titular, que el brote de legionella en Murcia en 2011 causó tres veces más muertes que el Ébola…

 

Luis Miguel Benito de Benito | 14 de junio de 2015
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Como suele suceder, la sociedad se agita a ritmo de las noticias que ocupan los titulares de la prensa. Parece que las enfermedades infecciosas no existen hasta que se declara un caso de una enfermedad que o bien se creía olvidada o bien es de especial virulencia o capacidad de contagio. Son aldabonazos a la conciencia social sobre un tema del que todo el mundo, entendidos y legos, se forja una opinión más o menos fundamentada.

Una de mis lectoras es quien me ha puesto al corriente de lo que se movía en el patio de butacas con el efecto del caso de difteria que se declaró en Olot en un niño hace unos días. Leyendo lo que en los foros se comentaba, incluso la agresividad de algunos comentarios, he visto las opiniones más divergentes. Algunas son de lo más radicales, estando en los extremos los antivacunas y en el otro extremo los que consideran que la vacunación debe ser obligatoria e incluso perseguida como delito. Pero lo cierto es que una inmensa mayoría de los comentarios han tildado a los padres del niño afectado de irresponsables, sociópatas o cuando menos ignorantes. Debo reconocer que me ha causado una profunda pena leer comentarios tan radicales, viendo que acaso lo más hirientes venían de personas sin hijos y, por lo demás, bastante ignorantes de lo que se urde tras las campañas de vacunación, o de lo que da de sí el sistema inmunológico.

Una de las ventajas que tiene participar en estos foros-debate es que te puedes incorporar desde una identidad ficticia. Precisamente eso me decía esta lectora que, presentándose como simple secretaria y ama de casa, veía como sus argumentos eran tratados de burdos, simples, necios e ignorantes. Quizás quienes así la consideraban no sabían que aparte de ser madre de familia numerosa, ha trabajado durante años en el CDC (Center for Disease Control) de Atlanta, Georgia, precisamente en el negociado de vacunaciones sobre guerra biológica. Aparte se ha movido, por circunstancia laborales, por muchos puntos del planeta, y personalmente considero que es una de las personas con más autoridad sobre la importancia de la vacunación. Me llamó para pedirme permiso para incluir en el foro de debate las reflexiones que hice en otra entrada de este blog hace años sobre las vacunas obligatorias, y por supuesto se lo di. Se ve que a partir de eso se desencadenaron los ataques por parte de gente que disentía enérgicamente, algunos con muy malas formas. Esta señora, que tiene conocimientos suficientes para rebatir todas las argumentaciones, no hizo alarde de su autoridad científica sino que se decantó por la ironía ya que, como me dijo hay explicaciones que no se comprenderán por falta de sustancia gris y no las merecen quienes faltan al respeto. Los más peligrosos, me decía, son los que esgrimen datos estadísticos como irrefutables. Juntos recordamos los principios de Marx (de Groucho, no de Karl), cuando decía «estos son mis principios, y si no le gustan tengo otros».

Personalmente, revisando los foros y comentarios, he visto mucha preocupación social pero muy radicalizada. Tampoco soy amigo de participar en estos debates que ciegan al interlocutor con su apasionamiento. Ni los provacunas son los racionales y científicos ni los antivacunas son perro-flautas ni hippies. Para participar a fondo en estos debates hay que tener conocimientos de lo que es el sistema inmunológico, cómo se activa y cómo responde a los antígenos (saber lo que es un antígeno), sea partícula u organismo vivo atenuado. Hay que tener conocimientos de epidemiología, riesgos de transmisión y propagación, qué significa contagio, portador, o desarrollo de infección. Hay que saber el curso de la enfermedad y su tasa de mortalidad y letalidad. Hay que conocer elementos tan cruciales como lo que es la prevalencia, palabra por fin aparece en el diccionario de la RAE. Hay que conocer la eficacia preventiva de cada vacuna y de sus efectos secundarios, de su coste y de sus beneficios. Hay que conocer qué grupos de riesgo son más aptos para vacunar de qué. De otro modo es muy fácil que uno caiga en histerismo e hipocondrias. Y hace falta también conocer los intereses comerciales de la industria farmacéutica que no sólo elabora medicamentos sino también vacunas.

Con todos estos ingredientes en el cocido, sería interesante que las autoridades sanitarias (autoridades me refiero a los que saben de medicina preventiva, enfermedades infecciosas y epidemiología, no a los políticos de turno elevados al cargo de consejero de sanidad, ni al que apela a que lo es porque se ha leído las obras completas de Asimov) se pusiesen de acuerdo en elaborar un plan de vacunaciones que tuviese vigencia nacional, estuviesen al margen de la veleidad de los políticos y de los intereses de la casas comerciales y explicasen a la población con arreglo a qué criterios se incluye tal vacuna en tal pauta y se excluye otra. Porque, señoras y señores, «vacuna» no es sinónimo de «siempre bueno» ni de «siempre malo». Las vacunas, según las circunstancias sociales y también las económicas de un país puede ser procedente o improcedente, necesaria o recomendable, obligatoria o voluntaria. Si un Estado obliga a vacunar a sus ciudadanos ha de ser por una causa muy justificada, donde la gravedad de la situación lo requiera para el bien común. Hasta la fecha desde el desarrollo de la medicina preventiva no hemos llegado en nuestro país a esa situación. Y, anticipándome a los más radicales, les diré que si esa situación llegase no sería por «no estar todos vacunados de todo». Pensar que el Estado debe obligar a todo ciudadano a ponerse todas las vacunas, es sencillamente un despropósito, no sólo por lo caro que resulta sino por lo inadecuado de tal medida. Es sencillamente, haber caído en la hipocondria, en la histeria, en el simplismo de pensar que la ciencia es aséptica y viene a salvarnos de nuestros males, a hacernos eternos.

Mientras tienes delante la posibilidad de vacunarte o no vacunarte debes conocer los pros y los contras de cada medida, Y también no sólo los riesgos de tal medida sobre ti sino también sobre la comunidad. Cuando en la entrada que escribí aludida anteriormente ponía al personal sanitario como objetivo prioritario a ser vacunado (pues estamos en contacto con pacientes) defendía su libertad de opción de hacerlo. Estoy seguro que algunos de los más radicales provacunas nos quitarían el carnet de médico a quienes muchas veces optamos por no vacunarnos. Podríamos analizar la conducta del alto porcentaje de personal sanitario que no se vacuna desde hace decenios. Los padres del niño afectado han sido muy agredidos desde estos foros. Me parece fuera de todo punto considerarlos malos padres o irresponsables, echando más lodo en su dolor. Mucha gente está mal informada, muy mal informada, y escribe ex cáthedra y sin hijos. Si el tiempo te demuestra que has tomado una decisión equivocada cuando no se disponía de más datos no ha de ser ocasión de hacer leña del árbol caído.

Una de las notas más agradables del amargo tiempo dedicado a leer estos diálogos ha sido tener noticia de que el suero para contrarrestar los efectos de la difteria en este caso ha sido traída a España desde Rusia, vía valija diplomática. Me alegró leerlo en el foro y me trajo al recuerdo la ingrata y a menudo escondida tarea de la diplomacia. Seguro que el señor embajador de España en Rusia, veterano en la diplomacia, lo sabe, se congratula y desearía que todas las gestiones que tiene que realizar fuesen tan gratas, sencillas y eficaces como ésta, con lo que hay ahí por lidiar.

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