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«Un porcentaje alto del gas intestinal no viene de lo que uno come sino de cómo lo come. Comer deprisa y la ansiedad es la principal fuente de gas intestinal…»

 

 

Al hilo de la cuestión, damos cuenta de cómo el doctor Luis M. Benito de Benito, autor del artículo que abajo reproducimos, explica en un canal televisivo los frecuentes vómitos de Messi.
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Quizás una de las consultas más frecuentes que nos hacen los pacientes en la consulta de aparato digestivo es por la flatulencia, la distensión abdominal. «Doctor, que como y me hincho». Apetece contestar con ironía: «Y ¿verdad que cuanto más come, más se hincha?» Es algo lógico, esperable. Sobre todo si tenemos en cuenta que más del 90% de los pacientes a los que preguntamos si comen deprisa aseguran que sí, que comen a toda velocidad.

La vida tan trepidante que llevamos nos obliga a no dedicar demasiado tiempo a la comida. Más que comer, engullimos. La mayor parte de las veces le echamos la culpa de ello a la exigencia de un trabajo extenuante, a la vida familiar o al estrés de los hijos pequeños o los padres mayores. Pero también entre las clases pasivas, entre aquellas personas que no tienen que correr para ir a trabajar o que no tienen aparente prisa, se encuentra gente que confiesa que sí, que come deprisa «me parece que se me van a llevar el plato», dicen como para justificar el ansia. Cuando percutimos el abdomen de un paciente con aerofagia, con exceso de aire en el intestino, se escucha un timpanismo revelador: hay bolsas de gas. Y ¿de donde procede el gas intestinal? Vamos a verlo despacio.

Vaya por delante que en el intestino acostumbra a haber aire: es normal que lo haya. Todos tenemos aire en el intestino en mayor o menor medida. Lo que pasa es que en algunos casos es verdaderamente llamativo (aunque curiosamente a lo mejor el paciente no se queja de esos gases) y en otros, aunque no es especialmente cuantioso el gas acumulado el paciente lo experimenta con desagrado o dolor.

Un porcentaje alto del gas intestinal no viene de lo que uno come sino de cómo lo come. Comer deprisa y la ansiedad es la principal fuente de gas intestinal. Por ello no es infrecuente que al preguntar al paciente si la distensión abdominal es progresiva a lo largo del día, la gran mayoría reconoce que efectivamente es así. «Mire -te dicen- yo me levanto con la tripa más bien plana pero conforme avanza el día me voy hinchando de modo que por la tarde ya no me abrocha el pantalón y por la noche parece que estoy embarazada/o». Este entrecomillado lo suscribe mucha gente. Además aseguran que no toman bebidas carbonatadas ni mastican chicle. Es el relato habitual de que efectivamente el aire se va deglutiendo a lo largo del día y nos va hinchando. Por la noche, mientras dormimos, viene el deshinchado en forma de eructos o ventosidades y así llegamos al amanecer con la tripa plana para repetir de nuevo el ciclo.

En esta película, lógicamente, hay pequeñas variaciones. Algunos refieren que ya con el desayuno experimentan una hinchazón notable y empiezan a recelar de la leche o los cereales. Y se inician estudios para descartar intolerancia a la lactosa o al gluten (ver http://www.elmedicotraslaverdad.blogspot.com.es/2012/11/intolerancia-la-lactosa-y-algo-mas.html ). Pero en algunos casos los pacientes refieren que ¡ya se levantan hinchados! Aquí es donde nos desconciertan un poco. Parece que ante esta situación hemos de pergeñar otra explicación diferente al cuento que hemos contado. Bueno, es que no todo el gas intestinal procede de la ingesta. Todos sabemos que hay alimentos que tradicionalmente producen más gases como son las legumbres, la fruta, la verdura, hortalizas como la col, brócoli, repollo,… son alimentos que típicamente provocan muchos gases. Esto se debe a que son un sustrato idóneo para su fermentación por la flora intestinal. Las bacterias que tenemos en el intestino se cuentan por billones. Y la flora intestinal de cada individuo es tan peculiar como su huella dactilar. Un desequilibrio de la misma puede provocar que los alimentos se fermenten de una manera diferente. Un cuadro de disbacteriosis puede justificar que algunos pacientes ya se levanten por la mañana hinchados. Además, dicho sea de paso, los pacientes más difíciles de tratar de sus flatulencias son aquellos que tienen dificultades para eructar y peerse. El problema puede ser serio porque los gases dentro del intestino no suelen matar pero dan muy mal vivir si no salen por algún sitio.

Una manera muy sencilla de corroborar el efecto de la ansiedad sobre la aerofagia lo realizamos hace años con un simple experimento. Durante una temporada vimos en consulta a pacientes que acababan de hacerse una radiografía simple de tórax. Colocábamos la placa en el negatoscopio y mirábamos alternativamente varias veces a la placa y a la cara del paciente. Apenas ocho o diez segundos bastaban para ese baile de la mirada y preguntábamos al paciente: «¿Cuándo se ha hecho usted esta placa?» El paciente un poco sorprendido por la pregunta decía que se le acababa de hacer hace un rato. Entonces cogíamos una petición de radiología y escribíamos en la hoja a la vez que le decíamos al paciente: «Va usted a ir ahora «a rayos» a que le repitan la placa y me la trae, por favor. Pero sin prisas y sin correr que voy a estar aquí toda la mañana». Y nosotros seguíamos con la consulta de otro paciente. Al cabo de media hora o una hora, aparecía el paciente de nuevo con la segunda placa. La colocábamos al lado de la primera en el negatoscopio con el simple objeto de comparar un hallazgo que suele estar presente en toda placa de tórax: la cámara gástrica. Bajo la silueta del pulmón izquierdo suele verse una mancha negra que corresponde al aire que hay alojado en el fundus gástrico, en la parte alta. Es fisiológica, normal. Pero en este experimento veíamos cómo la mancha negra se había incrementado invariablemente de la primera a la segunda placa, en ocasiones de manera tremendamente llamativa. Al preguntar al paciente si había ido camino de Radiología tragando aire, casi siempre se molestaban por el comentario («pues ni que fuera yo un batracio» llegó a responder alguno airado). Luego le explicábamos la razón por la que se le repetía la placa y que no era otra que corroborar nuestras sospechas de que cualquier situación que fuese estresante para el paciente contribuía en mayor o menor medida a que hubiese un cuadro de ansiedad y de hiperventilación, por supuesto totalmente involuntario, inadvertido por el propio paciente, pero que sin duda había contribuido a hincharle la tripa. El estrés nos hincha sin que nos demos cuenta (de que nos hincha, luego sí nos damos cuenta de que estamos hinchados, pero «no sé de qué»).

Pretendía continuar esta entrada con un cuadro que se liga mucho con esto de la hinchazón abdominal y roza también el oscuro cuadro de las alergias intestinales – http://www.elmedicotraslaverdad.blogspot.com.es/2012/11/alergias-alimentarias.html -, la migraña intestinal, la fibromialgia,… en fin una serie de trastornos que en nuestra especialidad vemos con frecuencia y que al no tenerlos demasiado estructurados nos suelen resultar molestos de tratar. Son pacientes incómodos para el médico. Voy a abordar en la siguiente entrada el apasionante tema de la histaminosis.

 

Fuente: elmedicotraslaverdad.blogspot.com.es

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