E73.
María Fernanda Heredia 

Una broma de sus amigas que se les va de las manos hace que una foto de la tímida Lucía, con los pechos al aire mientras se cambia de ropa, circule en las redes sociales y correos electrónicos de todos los chicos del colegio.

Bullying, sexting, crueldad y soledad… temas todos ellos actuales, muy actuales. 

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– Deja que se vayan, Lucía – dijo la abuela desde algún lugar
-¿Quiénes?
-¡Las lágrimas! A veces parece que son tantas que sientes que te vas a ahogar con ellas, pero no es así.
-¿Crees que un día dejarán de salir?
-¡Claro! – respondió la abuela con una sonrisa dulce -. Las lágrimas no se quedan demasiado tiempo, cumplen su trabajo y luego siguen su camino.
-¿Y qué trabajo cumplen?
-¡Son agua, Lucía! Limpian, aclaran… Como la lluvia. Todo se ve distinto después de la lluvia…

.la foto 1

 😛 «La lluvia sabe por qué», como tantos otros libros de esta autora ecuatoriana, una delicia para jóvenes…

«En mis libros no les hablo a los niños desde un plano maternal ni pedagógico, y es muy probable que ése sea el motivo por el que logro una conexión de complicidad y cercanía con ellos. Creo que el lenguaje sencillo, claro y la metáfora muy amplia son los que me permiten llegar a los niños sin artificios, y también a los adultos» )

 😆 … ¡ y no tan jóvenes !
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la foto 2Ser tímido, en la escuela, no es asunto fácil. Sientes que ante la mirada de los demás eres invisible. No existes.

En mi época escolar yo admiraba a una compañera que tenía la habilidad para reaccionar de inmediato a cualquier provocación. Era ágil e ingeniosa. Las palabras salían de su boca en el momento justo.

Yo estaba en el andén contrario, era de aquellas tímidas que tras un incidente desagradable o feliz me quedaba pasmada e incapaz de responder. Pasadas las horas o los días, en la soledad de mi cuarto, surgía la respuesta en mi cabeza y me decía a mí misma: “Tenía que haberle respondido que…”.

Desde hace 20 años me dedico a escribir. Quizá una de las razones para esta elección es precisamente el reconocer que las palabras se toman su tiempo dentro de mí. Que las respuestas van a una velocidad distinta que las preguntas y que mi vida ha estado llena de puntos suspensivos.

La literatura infantil nunca estuvo entre mis planes. Surgió sin que me diera cuenta en un momento vital en el que me encontraba lastimada, con demasiada bruma a mi alrededor. Tenía 22 años cuando escribí mis primeros textos para adultos intentando encontrar respuestas. Nada original hasta ahí. Sin embargo, cuando un editor leyó mi trabajo me dijo que eran “lindos cuentos para niños de edad preescolar”. Me quedé sin aire. Me habría gustado darle un sacudón y decirle ¡¿Está usted loco?! Pero me ganó la vergüenza y no fui capaz de rebatir. Para salir del paso, con las mejillas coloradas, le respondí: “Sí, precisamente había pensado en niños de esa edad cuando escribí”.

Me tomó tiempo comprender que temas como la soledad, el abandono, la duda, el miedo, la decepción, etcétera, son asuntos que nos concierne a niños y adultos. Y lo único que diferencia a la literatura infantil de la que ha sido escrita para “grandes”, es la forma en que el escritor aborda esos temas. )

 

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