Dice una vieja leyenda que cuando se acerca la muerte del papa, la tumba del papa Silvestre II, el que vivió el fin del primer milenio, exuda más humedad de la habitual, lo que supone un indicio claro del fin del papado en curso. Algún cronista añade a este milagro, ruidos extraños en torno a esta piedra que suda.
Las crónicas narran cómo la basílica de San Juan de Letrán se llenaba de barro por la cantidad de humedad que surge del sepulcro del papa en esos días previos al fin de un pontífice.
En la basílica de San Juan de Letrán está enterrado este papa Silvestre II, que se sentó en el trono de Pedro entre el año 999 y el 1003. Fue el primer francés en ser elegido para el cargo y además parece ser que era un hombre sabio y preparado. Entre el mito y la leyenda, entre la espiritualidad y el esoterismo, la figura del Papa del Año 1000, sigue intrigando hoy día.
Gerberto de Aurillac (nombre de pila de Silvestre II) alcazó gran renombre como teólogo y filósofo, destacando obras como Sobre lo racional y sobre el uso de la razón y Sobre el cuerpo y la sangre de Cristo; pero es en su faceta de matemático en la que más destacó.
– Introdujo en Francia el sistema decimal sistema islàmico y el cero que inventó Al-Khuwarizmi. También difundió el astrolabio, de origen árabe.
– Inventó el denominado ábaco de Gerberto, un ingenioso instrumento que permitía multiplicar y dividir rápidamente.
– También se le atribuye la introducción del péndulo y la invención de un reloj de ruedas dentadas.
– Ideó una nueva versión del monocordio, un instrumento musical con caja de resonancia sobre la cual se tensaba una cuerda de longitud variable con la que se medían las vibraciones sonoras y los intervalos musicales, lo que le permitió clasificar las distancias entre las diferentes notas en lo que luego se ha llamado, tonos y semitonos.
– Fue el precursor de una especie de sistema taquigráfico, un lenguaje secreto o en clave, inspirado en una escritura abreviada que recuperó de los antiguos sabios romanos, a modo de criptografía.
