La vida y el reinado de Felipe II, el segundo monarca de la Casa de Austria en España, estuvieron marcados por una serie de eventos notables y circunstancias singulares.

Nacido en Valladolid en el año 1527, su nombre resuena en los anales de la historia por una multitud de razones, desde su temperamento frío y su profunda religiosidad hasta los desafíos personales y políticos que enfrentó a lo largo de su vida.

Uno de los aspectos más conocidos de la vida de Felipe II fue su frágil salud, que lo hizo padecer una variedad de enfermedades a lo largo de los años. Desde una posible sífilis congénita hasta artritis, asma, cálculos biliares y, desde los 36 años, gota, su cuerpo enfrentó una serie de aflicciones que lo acompañaron hasta su vejez. A pesar de estas adversidades, sorprendentemente vivió hasta la edad de 71 años, una hazaña notable en una época donde la esperanza de vida era considerablemente menor.

Sin embargo, más allá de las enfermedades y los reveses políticos, existen aspectos menos conocidos de la vida de Felipe II que arrojan luz sobre su personalidad y su forma de vida. Uno de estos aspectos fue su personalidad obsesivo-compulsiva, un rasgo que según algunos expertos se desarrolló debido a la influencia de la ausencia de su padre, Carlos I de España y V de Alemania, la sobreprotección de su madre, la emperatriz Isabel, y una estricta educación como heredero al trono.

Esta personalidad obsesiva-compulsiva se manifestaba en varias facetas de la vida de Felipe II, desde su excesivo apego a la rutina, el orden y la puntualidad, hasta una notable obsesión por la higiene personal. En una corte del siglo XVI, donde la higiene no era precisamente una prioridad para muchos, Felipe II se destacaba como un ejemplo de limpieza y pulcritud, llegando a ser descrito por un gentilhombre como «la persona más limpia y aseada que jamás ha habido sobre la Tierra».

Sin embargo, a pesar de su cuidado meticuloso de su persona, la muerte de Felipe II fue una agonía prolongada y dolorosa, agravada por la pérdida de su hija Catalina Micaela y complicaciones derivadas de su enfermedad de gota y movilidad reducida. Ordenó ser trasladado al Monasterio de El Escorial, donde pasó sus últimos días envuelto en calenturas, hidropesía y úlceras que llenaron su cuerpo de llagas purulentas. El hedor resultante de estas heridas fue, según los relatos, tan insoportable como los terribles dolores físicos que padecía.

Finalmente, tras 53 días de sufrimiento, falleció el 13 de septiembre de 1598. 

Fuente: http://paseandohistoria.blogspot.com/2019/02/la-muerte-de-felipe-ii.html

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