18/03/2021

Se ha cumplido justo un año desde que el Gobierno decidió repentinamente mandarnos a casi todos a casa. Los considerados servicios esenciales se mantuvieron. La notaría fue uno de ellos. En este artículo se trata de ver el mundo un año después.

1. El cierre. La orden de cerrar se produjo un viernes. A todos nos parecía increíble. No sabíamos que el tema iba en serio. Recibimos de forma inmediata dos órdenes del Ministerio de Justicia aparentemente contradictorias (las notarías son oficinas públicas dependientes de este ministerio): por un lado, se nos advertía de que los estudios notariales no podían ser cerrados; por otro, se nos imponía que no podíamos trabajar. Una lectura más detenida era más razonable: solo podíamos trabajar en caso de urgencia justificada. Mal panorama. Y los hechos posteriores lo demostraron.

Tuvimos que tomar las medidas precisas para atender el servicio público en los términos en que se nos requería y no perecer económicamente en el intento, al igual que millones de empresarios y profesionales. Nuestro personal, también al igual que muchísimos trabajadores, lo entendió perfectamente y facilitó las cosas.

2. La urgencia de lo económico. Durante este período algunos periodistas me han llamado para «confirmar» el aumento de los testamentos como consecuencia de la pandemia. A todos les he indicado que los testamentos se han mantenido estables durante este período. Incluso, si somos exactos, los datos nos demuestran que ha habido una cierta disminución en todo el Estado (4%), aunque en Tarragona han aumentado ligeramente. Tampoco han aumentado las formalizaciones de las herencias, sino que han disminuido (un 11,4 %).

Las personas no han temido especialmente por su vida, o por lo menos, de una manera significativa. Lo urgente no era disponer mortis causa, sino la necesaria autorización de un crédito bancario para poder sobrevivir y no «morir económicamente», o el cumplimiento de un plazo civil para la formalización de un contrato (los plazos administrativos o judiciales fueron suspendidos, pero los civiles quedaron en un limbo). Durante la fase dura de la pandemia (los tres primeros meses) la actividad notarial se redujo hasta el punto de ser prácticamente testimonial.

3. A todos no les ha ido igual. El cierre de la economía llevó a una bajada de la Bolsa espectacular como nunca, con pérdidas brutales que daban miedo si las seguías día a día. Muchos futuros pensionistas vieron como sus fondos quedaban mermados; pequeños ahorradores no tuvieron tiempo para deshacer sus operaciones y quedaron atrapados por las bajadas inauditas, grandes compañías quedaron reducidas a menos de un tercio de su valor en unos pocos días.

Paralelamente, pequeños y medianos establecimientos y empresas empezaban una caída en el vacío como consecuencia de un cierre tan hermético de consecuencias imprevisibles. En todo el mundo, y en especial en España, el sector del ocio y del turismo se vino abajo y saltó por los aires.

Sin embargo, paralelamente algunos negocios aumentaron su facturación exponencialmente, bien porque producían bienes necesarios (como la comida o los productos de higiene y seguridad) o bien porque producían bienes que empezaban a percibirse como útiles (como, por ejemplo, el mobiliario de la casa o los utensilios de cocina). Durante la pandemia he recibido a empresarios que prácticamente no podían seguir subsistiendo y otros que me han confesado (un poco avergonzados) que las cosas les han ido muy bien en estos tiempos. Como en toda crisis, a todos no les ha ido igual.

4. ¿Estamos hundidos? Muchas personas me preguntan si se siguen vendiendo pisos y concertando préstamos hipotecarios o si todo se ha ido al traste, como ocurrió en la parte más dura de la crisis del 2007. Cuando los ciudadanos cambiamos de fase, el Ministerio de Justicia levantó las medidas y los estudios notariales empezaron a poder prestar el servicio público con normalidad. Otra cosa es que hubiera público a quien prestarlo. Con cierta sorpresa, la actividad económica que tiene su centro en una notaría se ha recuperado, especialmente tras la llegada del verano.

No obstante, lo perdido no se ha recuperado. Las estadísticas oficiales señalan que en el 2020 las compraventas disminuyeron un 15,2 por ciento; los préstamos hipotecarios para adquisición de vivienda, un 9,5 por ciento, y la constitución de sociedades, un 15,4 por ciento. Paralelamente han aumentado las operaciones para garantizar la solvencia de los ciudadanos.

La duda que seguimos teniendo es cómo afectará a la actividad económica de mañana los daños colaterales de la pandemia, que está provocando (y provocará en el futuro) el cierre de cientos de miles de empresas, el paro de millones de trabajadores y el agresivo aumento de los impuestos para poder cubrir el gasto público y las subvenciones (la modificación del impuesto de Sucesiones en Cataluña que entró en vigor el uno de mayo parece un insulto a los fallecidos por Covid). Todavía estamos en el combate y solo al final haremos inventario. También en la crisis del 2007 los efectos más demoledores se produjeron no en esa fecha, sino algunos años después. La única diferencia, pero importante, es que ahora estamos en una crisis económica derivada de una situación sanitaria que puede revertirse.

5. Todo será distinto. Con todos los que he hablado durante estos meses, se dediquen a una actividad o a otra, hayan permanecido trabajando en casa o lo hayan hecho fuera, he convenido en que, cuando esto acabe, todo será distinto. Como siempre, en estas situaciones de cambio, es difícil saber el final, solo intuir que se aproxima en todos los campos una nueva época. Posiblemente más cruel, más deshumanizada, más solitaria y mucho menos gratificante: justo como los occidentales imaginamos la sociedad china, que es de donde nos ha venido este mal. Algunos dicen que ha empezado una tercera guerra mundial, puede que no vayan desencaminados.

Martín Garrido Melero: Notario. Profesor de Derecho Civil de la Uni-versitat Rovira i Virgili (URV). Con el Govern Maragall formó parte del grupo de expertos designado por la Generalitat para elaborar el Libro de Sucesiones del Código Civil catalán. 

 

Fuente: diaridetarragona.com

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